Buaaah…Estoy
cansada. Dejo la casa en orden y me voy al dormitorio.
Doy vueltas y el sueño no viene. Me arden
los ojos, los cierro con fuerza. Necesito abrazar a Morfeo.
De pronto escucho un concierto de maullidos
y los perros que ladran.
En el patio están los guardianes del
exterior Colton y Bart, y adentro duermen en sus cómodos almohadones Coqui,
Laica, Piky, y mi última adquisición,
Benyi.
Si… ya me dijeron que tengo muchos animales,
porque además de los canes hay tres gatos: Piñón, Mami Rily Y Cleo.. Y eso no
es todo; también un conejo: Orejas Tequila, el loro Arturo, de vistosos colores
y para rematarlo un pequeño pez anaranjado, el que no sé por qué se me dio en
llamarle Nemo.
Ya era demasiado el escándalo que hacían los
perros, así que decidí levantarme para poner orden. Como los gatos del vecino andaban por los
tejados, los perros de afuera les
ladraban sin ningún escrúpulo y los de adentro, para no ser menos, se unían al
coro.
Cuando encendí la luz del comedor, tratando
de acallar a los barullentos, cruzaron, delante de mis piernas, dos ratones, quienes
en un santiamén se escabulleron detrás del armario. Recórcholis!! Tendré que
comprar tramperas.
Otro movimiento a mi derecha me alertó de
que el conejo también estaba despierto y se desplazaba por el lugar dando saltitos
cortos,
Las gatas consentidas, parece que sufren
sordera, porque siguen acurrucadas hechas un ovillo, en el sillón más cómodo.
Pero… Oh Dios mío, recién me doy cuenta;
el otro gato, Piñón, está junto a la pecera, con una pata tratando de
apoderarse del pobre Nemo.
Corro a sacarle su presa, pero no cede, y al
querer apartarlo me da un tarascón con sus garras, en el brazo izquierdo.
Siento que un hilo de sangre corre hacia mi
mano. Como puedo, tomo la pecera y la elevo en el aire, pero el gato no ceja en
su intento. Sigue tirando zarpazos para poder alcanzarla. ¿Dónde la ubico?
¿Arriba del modular? Nooo, seguro que se trepa hasta allí.
Me desplazo por la sala mientras pienso,
pero el felino, con sus patas, se agarra a mis piernas. Apenas puedo avanzar.
Ya está, la coloco en el baño y cierro la puerta. Pero al que no me puedo sacar
de encima es al gato. Busco la escoba y lo zarandeo hasta despegarlo de mi
cuerpo.
¡Cómo me duelen las piernas! Lo empujo con
la paja hasta acercarlo, no tan amigablemente a la ventana. Cierro la persiana.
¡Uhhh, qué animal loco! Tendré que hablar con el veterinario para que lo
diagnostique.
Con el alma en la mano me voy a la cocina
para tomar un vaso de agua, pero allí me aguarda otra sorpresa.
_Papa…. La papa… prrr._Arturo me recibe con
la frase de todos los días, creyendo que ya amaneció. Le tiro un trapo sobre la
jaula y se queda en silencio. ¡Qué nochecita!
Cuando vuelvo hacia el dormitorio creo ver
sobre la mesa un camaleón ¿Será posible? Ah, no, es un juguete que mi nieta
dejó olvidado.
Rendida, toda magullada, busco la cama y prácticamente
me tiro en ella. Algún perro todavía ladra, pero cada vez más espaciado.
Me arden el brazo y las piernas- ¡Gato
desagradecido! _ mañana tendré que curarme.
Pero mi odisea no termina ahí, oigo en la
ventana miauuu- miauuu. No ¡basta! No lo voy a dejar entrar. Me tapo los oídos…
De repente observo la claridad del día, me
cuesta abrir los párpados. Mis manos están mojadas y la frente perlada de
transpiración. Me duele todo el cuerpo.
Logro ponerme de pie. Lo primero que hago es
fijarme en las heridas que me dejó el felino… pero… no hay nada, ni un rasguño.
Intrigada veo a Piñon que duerme plácidamente a los pies de la cama. ¿Cómo
volvió? ¿Por dónde entró? Y ahora tan manso…
Seguí avanzando. Orejas Tequila me salió al
encuentro, seguro que reclamando su desayuno.
Me
dirigí al baño para liberar a Nemo, pero lo que veía era imposible ¡Estaba en
el lugar de siempre! ¿Qué había pasado después de que me acosté?
Decidida fui hacia la cocina para destapar
la jaula del loro... Pero todo era normal. ¿Qué ocurrió en esa interminable
noche?
Si, ya no me quedaban dudas; sufrí una
terrible pesadilla.
Tenía la boca seca y fui hasta la heladera
para calmar mi sed. Ahora sí, de verdad iba a tomar agua.
AUTORA:
Olga C. Schmidt
Rafaela –(Santa Fe- Argentina)
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