____¿Pero qué te pasa? ¿Por qué estás
tan inquieto?
____Recién llego al parque y no la veo a
Nina. Otra vez faltó a nuestro encuentro.
____Sos muy impaciente, quizás el
cuidador contrajo Covid y nadie puede traerla.
____¿Nosotros los caninos no nos
contagiamos?
_____Pero Jiro, me extraña un perro tan grande y tan
inteligente preguntando esa pavada.
Los gatos somos de pasar más
desapercibidos en el parque, y mientras simulo dormir sobre la rama del añejo
ombú escucho este diálogo entre el enorme perro marrón y el negro. Este último
vive aquí, no tiene dueño, se acurruca todas las noches entre las retorcidas
raíces de mi ombú, deambula todo el día.
Conoce a todos, con todos es amigable
menos conmigo que apenas me ve, gruñe y me corre hasta que subo a mi refugio y
luego de esperar un rato se marcha aburrido.
Hay pocos árboles en este parque, casi
todo el terreno tiene césped para que puedan jugar a la pelota, sentarse a
tomar mate o hacer alguna actividad física. Como estamos a orillas del río el
aire es muy fresco y trae el aroma de los peces, algo que me gusta mucho. Vivo
en uno de los departamentos de enfrente con Elena, quien es muy cariñosa, me
mima tanto que a veces debo escapar a buscar un poco de aventuras. Ella no se
enoja conmigo y menos ahora que por su edad no puede acompañarme. Como los
humanos deben cuidarse, nosotros andamos a nuestras anchas, hasta el camaleón
que vive entre las piedras de la orilla del río apareció a visitarnos.
___-¿Sabés por qué estoy preocupado? Escuché una noticia terrible, en una casa tenían muchísimos perros amontonados, la policía fue a buscarlos y los soltaron a todos.
___Pero no Jiro, no los soltaron, los reacomodaron en otros lugares, además Tu Nina tiene una dueña muy coqueta, ella no la dejaría en un lugar así. Creo que vive a unas cuadras de acá.
____¿Conocés dónde vive? Me podrías acompañar a visitarla para averiguar qué le pasa.
____Esperá, no iremos solos.
Lanzó un chiflido y aparecimos. El conejo traía montado sobre su lomo a
los jilgueros que levantaban vuelo y llamaban a otros. Mi amiga Micifuz, la
gata negra del quinto piso llegó acompañada del loro y de los ratones que viven
en el sótano, también vinieron otros perros amigos de Negro, los peces dorados
en una pecera ambulante y hasta el camaleón abandonó su morada para
acompañarnos.
Cuando llegamos nos sentimos intimidados, la casa era enorme, de dos plantas, con un enorme jardín al frente lleno de rosales, de un lado un árbol muy coposo y del otro una pérgola. Allí estaba Nina, revoloteando alrededor de su dueña y sus hijos, dos pequeños gateadores. Nuestra presencia ruidosa despertó la atención de ellos. Los niños gritaban alborotados y la mamá nos miraba boquiabierta, no podía creer lo que veía. Rápidamente nos fotografió. Se las envió a sus amigas.
Estamos lindos, no? Aunque Nina no está en ella.
La perrita corrió a saludarnos, nos había reconocido, éramos sus amigos.
Nos contó que una espina de un rosal le había lastimado su patita derecha. Mientras eso decía miraba de reojo a Jiro. Él grandulón mostraba un ceño compungido como si no le importara pero todos sabíamos que estaba feliz de verla y ella, por las miradas que le tiraba, también lo estaba.
El camaleón, que nació en una isla tropical, comenzó a marcar un ritmo muy alegre con sus patas. Todos nos sumamos, bailamos, maullamos, piamos, ladramos y en fila india volvimos a nuestro lugar junto al río.
AUTORA: Alicia Igarzabal
Rosario (Santa Fe –Argentina)
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