Llegaste muy pequeñito a brindar tu alegría.
Don Héctor fue quien te trajo, el vecino de la esquina.
Parecías un poroto, ese nombre te quedó.
De a poco fuiste creciendo… catorce años acompañaste
a esa familia que te adoptó.
Compartiste muchas cosas, fuiste el fiel compañero,
hasta un robo evitaste al escuchar a ese forastero.
Seis mudanzas soportaste... eras parte de ellos,
la abuela te silbaba y salías a su encuentro.
Se te veía contento, jugabas con el más pequeño...
cuando nació te dio celos.
Te ganaste un espacio y comías como ellos.
Eras marrón y blanco, con ojos claros, luminosos y bellos.
Pretendías ser un coly… solo fuiste marca perro.
Esa cola se movía de manera incesante,
cuando escuchabas de lejos que llegaba un integrante.
Partiste en el peor momento… esa unión se disolvió
y quedaste al cuidado de quienes te necesitaban,
por su grado de aflicción.
El pequeño se hizo grande y de tu adiós se encargó,
su amigo talló una cruz y allí fueron a dejarte.
Un duro momento pasaron, tu lugar quedó vacante
y así sigue actualmente.
La madre jamás aceptó un cachorro a su lado.
El lugar que ocupaste fue único, insospechado.
Un abandono grotesco, se sumaba a esa historia.
incomparable por siempre, latente en esas memorias.
AUTORA: Miriam
Fernández
Mar del Plata (Buenos Aires- Argentina)
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