En
Valparaíso, a las 21 hrs. del viernes 13 de agosto, un sismo de
mediana intensidad provocaba un apagón
que dejaba a la mitad de la población a oscuras. En el cerro Bellavista, la
sirena de bomberos, los gritos de auxilio
y dos incendios aterraban a los ciudadanos y también a sus mascotas que
huían despavoridos del lugar. Al día siguiente amanecía nublado y lloviznando,
las personas, con mucha dificultad, intentaban solucionar sus problemas. Unas
cuantas trasnochaban mirando con tristeza sus casas derruidas, otros, acongojados
por el incendio, se resignaban a continuar
con sus vidas. La familia Benavides
buscaba a Coky, el perro policial
de color canela, con orejas negras que resaltaban en su cabeza, desaparecido esa noche de invierno,
cuando el cerro bramaba por el temblor.
Adolescentes
y niños recorrían la población buscando
a sus mascotas. Jonathan silbaba sin resultados, transitaba por unas quebradas y pronto
veía un grupo de perros husmeando el piso. Se detenía un instante sin
comprender que, los seis perros chicos, los medianos y un par de gatos iban
acompañados por un perro grandulón que dominaba la manada. Cuando uno de los canes se descarria, un ladrido fuerte lo
volvía al camino. Jonathan, silbando, no perdía la esperanza de encontrar a su
regalón y continuaba la marcha. Los quilterries cruzaron a otra quebrada probablemente tras alguna liebre.- Decía él
con un poco de molestia.-
El
joven hambriento, con ropa liviana, sentía fatiga y el cansancio lo llevaba a
buscar el camino de regreso al hogar; el tibio sol no calentaba los huesos. Anduvo, anduvo y en
esa larga caminata llegaba a una
plazoleta distante del centro de Valparaíso.
El joven quedaba impresionado al divisar entre
los árboles a un grupo de perros reunidos y su corazón latía rápidamente al
reconocer a su mascota. Comentaba que los perros hablaban, gruñendo o
murmullando y el perro grande ponía orden dando ladridos que sonaban como
campanadas. Se desilusionaba al pensar que no obedecía a sus chiflidos, repetía
en voz alta.- Coky no me recuerda, es probable que tenga lagunas mentales.- Un
hombre mayor contemplaba a los perros y
al oír al muchacho le dijo.- No te pongas triste, ese lindo perro no olvidará
el cariño que tienes, sólo está viviendo
su libertad.-
El atardecer anunciaba bajas temperaturas, una señora irrumpía de pronto, dejándoles al pie del árbol un balde con agua y dispersaba comida a los perros. Los presentes aplaudían y algunos transeúntes con sus teléfonos celulares les tomaban fotos, los perros posaban risueños. Linda postal dijo un periodista.- “Ejemplo de armonía para los humanos, todos de familias diferentes, nadie sabe donde nacieron y son capaces de ponerse de acuerdo”.-Aplausos para el joven periodista.
El
muchacho, no quería volver a casa sin el can, convencido de que él animal lo
reconocía, entonces lo silbaba. Tenía el
presentimiento que el jefe de la manada lo seguiría, de pronto el periodista le
gritaba. -¡Cállate! ¡Cállate!
Esto le resultaba insólito, que el perro, su
perro, tuviera que obedecer a una
cacatúa que posaba en la cabeza de un
buldog hablándole a Coky. El
pájaro guardaba silencio y el jefe ordenaba ir a comer y beber. Todos salieron
en fila hasta el pie del árbol .Los presentes aplaudían a rabiar y Jonathan
observaba con tristeza a su amigo de tantas batallas, sabía que lo perdería. Al igual que las demás personas presenciaban la escena observando cómo los animales podían unirse para
sobrevivir sin discriminarse. Su dueño no
se resignaba a vivir sin el animal y se preguntaba a sí mismo. ¿Sería el miedo
al ruido del temblor que lo hizo huir? ¿Andará en busca de compañía femenina? Y
repetía para conformarse. Dudo mucho que ande en malos pasos, ojalá no se convierta en ladrón y termine en la perrera.
En un segundo de
indecisión Jonathan veía que el perro fijaba la mirada en él y daba un paso adelante,
siendo seguido por sus amigos. Un gruñido bastaba y todos quedaban frente a él. Acto seguido, Coky
se acercaba más al muchacho levantando una de sus manos y la ubicaba sobre
el hombro. Pasaba su lengua en la
mejilla y sus ojos lagrimeaban. Su amo lo acariciaba en el lomo, comprendía que
no podía obligarlo a quedarse, se debía a sus camaradas. Una lluvia de lágrimas
caía de sus ojos. El perro, como un valeroso gigante, se volvía a sus
compañeros y partieron en dirección
desconocida.
Al
día siguiente el diario “El Día” tenía una
foto de la manada de perros y su jefe Coky, comentando: Un perro policial con una manada de perros
menores, rescataron a dos pequeños y a una bebé en un derrumbe que ocurrió en
la calle Bombero Alcides, en los alrededores de la ciudad. Afortunadamente los
niñitos y el bebé están bien de salud. Entrevistado el Líder, explicaba que su manada se denominada “Los Topos”. Estaban dedicados
al rescate de personas o animales.
Eran
protegidos por los bomberos quienes los
alimentaban y alojaban en un espacio de la bomba. Ellos merecen una “condecoración”;
son verdaderos héroes..
AUTORA:
Nélida Baros Fritis
Copiapó-
(Atacama- Chile)
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