Ver el arbolito de Navidad es recordar con nostalgias, y a veces con
tristeza, navidades pasadas, largas mesas familiares, esperadas por los niños
con gran ansiedad y que parecía tan lejana una de otra. Quiero rescatar un
recuerdo feliz de mi infancia, cuando le pedí al niño Dios (porque no se
hablaba de Santa Claus o Papá Noel), un juguete sin especificar, sólo eso, un juguete. Llegó la Nochebuena y me propuse
no dormir porque quería ver al niño cargando los juguetes a pesar de que me
decían que los regalos los dejaba a los niños dormidos. Mi propuesta duró muy poco, sin darme cuenta
me quedé dormida y desperté por la mañana con la curiosidad de ver el juguete. Sí, allí estaba en una caja envuelta con un
papel a lunares rojos y blancos con un gran moño verde. Mis
manos no acertaban con los lugares para romper el papel hasta que finalmente
apareció la caja, la abrí y allí estaba, era un xilofón de juguete, pintado de rojo
con láminas de metal grises que al golpearlas con dos palillos que tenían en
sus extremos dos bolitas producían las notas musicales. ¡Qué hermoso! Y hasta
tenía un folleto explicativo con letras
que correspondían a cada lámina y así se podía ejecutar simples
canciones, como el arroz con leche, duérmase mi niño, etc. Cuando lo abrí sentí un olor a pintura muy
fuerte, como si hubiese estado pintado el día anterior, aunque no lo asociaba
con olor a pintura. Lo usaba y luego lo guardaba en su caja, pero cada vez que
la abría, ese olor penetrante me invadía y fue entonces que con mi ingenuidad
le dije a mis padres: ese debe ser el perfume del niño Dios.
AUTORA: Ibis Lilia Grighini
Armstrong (Santa Fe- Argentina)
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