Qué
tristeza… Y todo por un tipo que jugaba a la pelota… Y no puedo decir en este
momento lo que me pasa sin llorar. Por eso voy a escribir algo.
No voy a caer en dar
golpes bajos, ni tampoco en “diferenciar al deportista del hombre”,
bla, bla, bla.
Voy a decir los tres nombres de jugadores
argentinos que más he admirado, aquellos que, no importa el resultado ni la
camiseta con que han jugado, me han producido las mayores alegrías estéticas:
Alonso, Bochini, Maradona. Uno los veía en cancha o por televisión y los tipos
hacían dos cositas y ya te devolvían el valor de la entrada.
Que era mucho más que eso: porque había que viajar, comer algo, tomar algo,
pagar el transporte, la entrada, volver… Te había llevado “todo el día”, pero
con esos monstruos, vos habías invertido bien tu dinero y tu tiempo, porque el
fútbol, para algunos de nosotros, no solo son resultados, también es belleza,
gracia, calidad, estética.
Messi es maravilloso, no crean que soy de esos
que dice que “fútbol era el de antes”, ja, ja. Pero hablo de aquel trío, porque
en ese tiempo “yo iba a la cancha”… También debería nombrar al jugador
argentino más completo de su época: Miguel Ángel Brindisi, y ahí paro, porque
sino ya estaría hablando de otra cosa…
Recuerdo cuando debutó
Maradona (nosotros pensábamos que era Maradonna).
Habíamos regresado de jugar al fútbol con mi
hermano, estábamos en casa, escuchando los partidos por radio, cuando
escuchamos que había debutado en Primera, un chico de 16 años…
Dije:
- Qué
mal que está Argentinos para que pongan a un chico así en Primera.
Mi hermano asintió pero se quedó pensando y
dijo:
- Por
ahí es un fenómeno.
- Puede
ser. Esperemos, pobrecito, sino estos hijos de puta lo están quemando.
Acá agrego que yo tenía 18 años, y mi hermano,
16…
Un par de meses
después, yo me iba a ver a Independiente, que jugaba, justamente, contra
Argentinos y ya estaba “en el once inicial”, Maradona. Mi hermano jugaba al fútbol,
por lo cual me fui solo a La Paternal, cancha de Argentinos.
Un partido hermoso (Independiente tenía un
equipo que daba gusto ver jugar). Cuando regresé, mi hermano solo
preguntó:
- ¿Qué
tal el pibe?
- Es Pelé.
Y era Pelé. Ahora,
muchos pueden no entender qué era, hace tantos años, “ser Pelé”…
No era solo jugar bien y ganar.
Era darnos algo más. Era sublimar sueños e
ilusiones en una pelota.
Maradona era Pelé.
Porque los Maradona, los Pelé, los Messi, los Bochini, los Alonso, juegan para
nosotros, para los pobres, para el equipo de los pobres. Para que
entiendan: a esos grandes jugadores se los admira, no importa la camiseta. Y
esos futbolistas no solo ofrecen un resultado, que puede ser diferente por una
pelota que pega en el palo o entra: nos dan la alegría del buen juego, de esa
gracia, de esa elegancia, de ese virtuosismo del violinista en el
tejado.
Perdonen, sin ser
excluyente, explico mi caso: yo era un chico pobre, el más pobre, y lo único
que teníamos era el futbol que jugábamos con una pelota de plástico o de goma
(en los buenos momentos) en la calle y oíamos por la radio los partidos y los
domingos (también los sábados, las divisiones menores del futbol) escuchábamos
el relato de una gambeta, un cabezazo, un gol, y esa era nuestra módica alegría
que duraba una semana y cubría, como un mantel piadoso, la mesa en la cual
podía estar ausente el pan. Es decir: entre la pobreza saltaba una pelota de
goma.
Y el fútbol olía a pan. El gol sonreía. Los
jugadores se conocían por la radio: Brindisi, Alonso, Bochini, Maradona.
Hoy a Messi lo vemos por tele en colores y por
la computadora (Messi también juega para nosotros).
Yo sé que cuando Maradona hacía una gambeta o
un gol, era para nosotros, para los pobres. Y sé que esa gambeta y ese gol
tenían olor a pan que quizá no estaba sobre la mesa.
Por eso, gracias, Diego.
AUTOR: Fernando Azamor
Zárate (Buenos Aires- Argentina)
TALLER VIRTUAL 10
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