Con los
vientos barriendo el desierto de Arabia, un camello con su elaborada carga está
llegando al lugar de la cita. Notable ejemplar aun para su raza, de tranco
suave, con una armazón sobre su lomo que lo convierte en un cómodo y seguro
refugio para largos viajes. Al detenerse, su dueño observa satisfecho el
destino del viaje y ora en silencio. Sus rasgos marcados, casi negros, frente
ancha y abundantes cabellos denotaban su ascendencia egipcia. Era el primero en
llegar. Protegiendo sus ojos con la mano, observa el desierto ansiando la
esperada, y ya convenida, compañía.
Llegarán, se dice. ÉL los guiará, como a mí. Vio una silueta muy lejos.
Un viajero se acercaba. Al llegar y desmontar se miraron en silencio unos
instantes y se confundieron en un abrazo. Alto y delgado, barba y cabellos
blancos, protegidos por un turbante y de tez bronceada. También todo su atuendo
era blanco, de pies a cabeza. Sin duda de ascendencia hindú. Se deslizaron unas
lágrimas por sus mejillas, agradecido por la precisión del encuentro, dando
gracias a Dios con regocijo. Desde el norte, un tercer camello se acercaba. Los
tres animales eran totalmente blancos, de la más pura y fina raza que cría el
oriente. Su jinete era menudo, de piel
blanca y cubría su cabeza una mata de cabellos rubios. Ojos azules de mirada
profunda detentaban valor y sensibilidad. Ya estaban reunidos los elegidos para
seguir a una estrella hasta donde nacería EL HIJO DE DIOS…..!
AUTOR: Alberto
Becerra
San Rafael (Mendoza- Argentina)
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