El pibe miraba hacia las gradas mientras el corazón le
saltaba en el pecho. Cuánta responsabilidad. Y cuánta emoción. A doce pasos, el
arco. El duelo con el arquero, agazapado como una araña, se resolvería en un
instante. Casi, casi se escuchaban los latidos de los corazones del público.
El pibe apenas tomó carrera. Pateó la pelota, que hizo una
comba mágica, y se metió por encima de la cabeza del guardameta estrellándose
contra la red. Un tiro penal de lujo.
Estalló la tribuna ¡Gooool! Gritos y llantos. Todo junto. Y
un himno pagano de solo tres sílabas ensordeció la tarde: ¡Maradó! ¡ Maradó!
Ese himno se repitió en muchos estadios, en muchos países.¡
Maradó!¡ Maradó!
Fue el himno sacrílego y pagano más interpretado por los
adoradores del fútbol el día que el pibe se fue a jugar a otra dimensión.
AUTORA: Graciela Brown
Suipacha (Buenos Aires- Argentina)
No hay comentarios:
Publicar un comentario