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LIBROS PUBLICADOS POR LA AUTORA
(poesía y narrativa)
"DE LOS HIJOS" (2014)- Ediciones Mis Escritos (Bs. As.)

Rincones y Acuarelas I (Poesía) -2019- La Imprenta digital (Bs. As)

Rincones y Acuarelas II (Narrativa)- 2019- La Imprenta digital (Bs. As.)

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sábado, 19 de diciembre de 2020

"Una navidad sorprendente" (por Nélida Baros Fritis) TALLER VIRTUAL 11


En la calle Carmen Vilches de Tierra Amarilla  existía una casa, cuyo antejardín tenía  pegado un telón  que cubría una ventana. Habían pintado un paisaje árido y de fondo, un cerro Blanco, un  albergue en una quebrada y niños lanzándose pelotas de nieve, otros corriendo. Un árbol de Pascua en una rama de chañar con algunos frutos, adornado con pequeñas estrellas brillantes y flores de papel. En el año 1995 todo era posible. Los transeúntes se detenían a mirar, comentaban que  de noche el árbol quedaba  iluminado  por  la luz del farol  y  otra luz que pusieron en el jardín.

En la casa, Leila y José, su hermano, preparaban los regalos de Navidad y la convivencia para el día siguiente. Llegarían sobrinos e hijos a cenar ya que, hacía un año que ambos quedaron viudos y los extrañaban.

El día 24 de diciembre, desde temprano,  comenzaban a recibir a los familiares, la cena la servirían a las nueve de la noche y los obsequios se repartirían a las 12, como se acostumbraba en la ciudad. Leila, la anfitriona, con José, sorprendían a su familia por sus atenciones y todos miraban el  árbol  sin decir nada. Los sobrinos  pequeños y nietos comentaban que  le faltaban luces de colores.

Llegaba la hora de cenar, el comedor a media luz  y una vela encendida en una mesa pequeña. Pasaron los invitados  a la mesa. La cena consistía en un plato de tallarines con carne asada y papas doradas, no había licor, sólo agua en una jarra de vidrio y los vasos. En la mesa, las tazas para el té, menta, y hierba mate.

Todos los presentes comían en silencio, los pequeños interrumpían la velada preguntando si antes de abrir los regalos los dejaban jugar fuera de la casa. A lo lejos se oían  ruidos de vehículos y música navideña en una radio. Estaban en los postres, los presentes  concordaron que era una novedad la sémola con leche y caramelo. Terminaban de cenar y venía bien beber una taza de té, el nieto abogado solicitaba  la palabra para agradecer la invitación y se dirigía al abuelo José.  -  Abuelo creo que esta cena fue con un propósito, quiero conocer  el significado del árbol.-

José respondía.-  Es difícil hablar de la vida de los seres humanos en un lugar donde había una y más minas que se explotaban a combo, cuña y barreta. Vivíamos en la precordillera. Por el tiempo les contaremos algunos detalles de nuestras vidas con la  tía Leila. Ella  decía.-Tienes razón José, la Navidad en nuestra casa, la celebrábamos  entre todos, los cuatro hombres y cinco mujeres. La hermana mayor  Mercedes, Gloria  y Teresa. Ellas, iban al pueblo llamado “La Amarilla”, subiendo y bajando cerros; conseguían una frondosa rama de chañar.

En un pequeño negocio, por unas monedas, compraban papel de volantín para hacer flores y guirnaldas. Juntaban papeles brillantes de chocolates y hacían estrellas que ataban con un hilo en el árbol.  Al mirar a la pared se formaba una sombra fantasmal  con la luz del chonchón.

Teresa, se preocupaba de encender  dos chonchones en los extremos de la mesa, si oscurecía temprano, mis hermanas servían la comida de navidad a las seis de la tarde. Consistía en carne de cabro con fideos y salsa de hierbas olorosas. Los regalos confeccionados por las tres hermanas mayores; chalinas, gorros y  pasa montañas, toallas con género de saco blanco bordadas a mano, deshiladas en los extremos. Todos los obsequios salían confeccionados por sus manos. ¿Quién iba a pensar que teníamos tanto amor y respeto en la familia?

José  contaba.- Tengo claro que mi papá nos exigía leer y tomaba la lección del silabario “El Ojo”, uno por uno, y mamá se dedicaba a revisar las copias para que escribiéramos bien. Fui el único que estudiaba en la escuela de la “Amarilla”, un pequeño caserío de mineros. Llegué hasta tercer año y terminé  trabajando de marucho. Me vine a Copiapó con mamá y mi padre se quedó dormido  en “Cerro Blanco”. Esos tiempos han cambiado, los pequeños usan  computador, juguetes caros y vacaciones en distintos lugares. Los muchachos pueden ir a la universidad. Nunca le conté a ninguno  de mis hijos cómo aprendimos a leer todos  en casa. Mi padre  y los demás nunca fueron a la Escuela de la Amarilla, yo salía a las siete y 30 de la casa y subía un cerro, bajaba una quebrada y subía otro cerro  y volvía a bajar para caminar siete cuadras. Así llegaba a la escuelita, teníamos un solo profesor y hacía clases a todos los cursos.

Braulio, hijo de Leila, levantaba la mano.- Mi madre nos contaba que ustedes jugaban en la nieve. Que ese  día  tuvieron una blanca Navidad y fueron Felices.

Leila explicaba.-¿Hermano, recuerdas? Antes de la última Navidad que pasamos en “Cerro Blanco”,  Oscar y tú  subían  al Cerro  y comenzaba a nevar, caían pelotitas de nieve y las hacían estallar contra las calaminas de la pared de la casa nuestra. Se  ganaron un resfrío y los discursos de mamá que los regañaba.

Uno de los sobrino dijo.- ¿Tío  cómo bajaron del cerro? Nos resbalábamos y nos asustamos mucho, a pesar de estar mojados como un perro. Al día siguiente sentíamos  alegría  al ver aparecer  briznas de pasto y pequeñas florcitas blancas.

Todos los niños y jóvenes aplaudieron y decían que sentían gran alegría de conocer sus raíces.

AUTORA: Nélida Baros Fritis

Copiapó (Chile)

TALLER VIRTUAL 11

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