El día 30 de octubre de 1960, en Lanús, cerca de Buenos Aires, nacía el Pelusa,
un pequeño niño que venía al hogar de
don Diego y Dalma. La humildad y el cariño de ambos padres comenzaban a poner alas en su hijo, quien crecía y mostraba sus destrezas jugando con una pelota
de trapo. Buscando una mejor situación de trabajo se fueron a vivir a Villa Fiorito y el Pelusa, años después, contaba un chiste, “yo vivía en un barrio privado de Buenos Aires, privado
de agua, de luz y teléfono”. Él siempre soñaba con un mundo mejor y aunque no
tenían riquezas, sus padres tenían amor. El tiempo pasaba como las nubes dejando una estela gris en los
cielos, anunciando lluvias que pronto desaparecían, el paisaje quedaba pintado
de mil colores y los niños salían a jugar
pateando piedras o a vender los diarios.
Pelusa tenía nueve años y seguía a su padre cuando iba a entrenar a un
grupo de niños en la cancha de futbol, todos salían embadurnados de tierra roja.
Él regresaba a casa junto a su padre quien se asombraba al ver las destrezas de su pequeño con la pelota.
El
equipo infantil “los cebollitas” le abría las puertas. Contra viento y marea el
Pelusa se levantaba muy temprano, iba a clases
en las mañanas y en la tarde
entrenaba en la cancha. Era un niño
que podía entretenerse en diversos juegos con sus hermanos, la falta de
recursos no ofrecía otras posibilidades. Una noche no lograba dormirse, tenía sed y se levantaba sigilosamente por un vaso de agua;
se acostaba preocupado, no había hecho sus tareas y la luz de la vela era deficiente. En la
penumbra lloraba, nadie se
daría cuenta que él estaba triste. Dormitaba, en sus oídos una voz le decía: ¡Corre
Pelusa, corre! Quita la pelota al goleador, hace cachañas, al lado izquierdo si
él tira al arco con el pie derecho. No
importa que tengas hambre, olvídalo, sigue corriendo, corre, corre no te
detengas. ¡Bien, bien! ¡Síguela, síguela! ¡Golgolgool, goool del Pelusa! Seguía
durmiendo, al día siguiente mamá Tota decía.-Hijo, venga a tomar un té de
hierbas con tortilla de papas. Silenciosamente iba a la mesa con sus hermanos y
padres a tomar desayuno y a la escuela.
En las tardes, él iba a entrenar, pateaba la pelota jugando al ajedrez aunque estuviera sólo en la cancha. En ese momento él colocaba los cimientos del mañana, sabía que tenía que lograr su propósito para ser un goleador. Cuando la tristeza lo abatía y el silencio lo atrapaba, se quedaba con los ojos cerrados y de pronto algo iluminaba su mente, y veía que la pelota llegaba, él de un cabezazo, la introducía al arco. Abría los ojos, no había nadie despierto en su habitación, una voz llegaba a su oído. “Pelusa, piensa que mañana estarás mejor, pasará el hambre y el cansancio.
Recapacita
que la vida tiene un premio para ti, no desmayes” Después de oír esa voz, no dormía,
además tenía miedo de contarlo a su familia. Doña Tota le iba a prohibir que
fuera a la cancha.
Doña
Tota, preocupada por ese cansancio que Pelusa presentaba, le decía.-¡Hijito,
demasiado ejercicio te puede hacer daño, comes muy poco, tienes que descansar!-
-¡No
puedo mamá! Tengo que ir a entrenar o quedaré
chaparrito- Se despedía de mamá con un beso en la mejilla.-
El
tiempo trotaba, “los cebollitas” llenaban los alrededores de la cancha con un público entusiasta que gritaba a rabiar.- ¡Pelusa,
Pelusa! ¡Corre, corre! Achúntale ¡Gool
goool! ¡Viva, viva! ¡Gool, goool ! El partido llegaba a su fin entre gritos y aplausos. Pelusa paseaba en andas de sus compañeros,
aún no terminaba la algarabía provocada por la gran asistencia de público,
entre ellos su padre y hermanos.
En el
diario el Clarín, un periodista
deportivo seguía de cerca a los equipos
de los barrios de “Corrientes”, escribía
una nota. “El mejor futbolista que tendrá Argentina a futuro es el Pelusa , que
integra el equipo de futbol “Los cebollitas”. El barrio Fiorito lo vio crecer, es un adolescente que
tiene piernas de oro para correr…”
A los
16 años, en 1979, lo convocaba la selección Argentina y fue el mejor futbolista
sudamericano del año. Este triunfo le sirvió mucho para borrar el mal momento
en que Menotti no lo convocó a la selección…El Pelusa ya tenía nombre, después
de una derrota con River en un clásico, recibía el Premio Clarín y Olimpia al mejor deportista argentino del siglo.
El Pelusa,
transformado en un joven, siguió
escuchando al amigo que le hablaba en sus sueños- “Amigo, el poder es tuyo,
tienes que seguir tu estrella, sigue entrenando, la fuerza está en ti…”-
Se
convencía de su dominio para lograr sus propósitos frente al equipo contrincante.
Los premios se sucedieron: Desde el año 1981 a 1983, ganó 10 títulos, como el
balón de oro, y en Barcelona le entregaron la Copa del Rey. El héroe que hacia
llorar a sus compatriotas por su triunfos, llegaba a ser protagonista de la
farándula mundial y también los hacía reír. Impactaba al mundo siendo activista
político. Sus compatriotas lo apoyaban y
seguían, de pronto lo rodeaban falsos amigos y aparecían ángeles negros que
robaban sus estrellas. Bebía hiel y quedaba sumergido en un sueño que lo
arrastraba inevitablemente a la destrucción. Ya había desaparecido el Pelusa,
el muchacho, el joven que en los momentos de tristeza les devolvía la sonrisa a
los argentinos con sus triunfos en la cancha. El pibe, ahora era Diego que se
quedaba dormido para siempre ante la mirada atónita de sus seguidores.
AUTORA:
Nélida Baros Fritis
Copiapó (Chile)
No hay comentarios:
Publicar un comentario