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LIBROS PUBLICADOS POR LA AUTORA
(poesía y narrativa)
"DE LOS HIJOS" (2014)- Ediciones Mis Escritos (Bs. As.)

Rincones y Acuarelas I (Poesía) -2019- La Imprenta digital (Bs. As)

Rincones y Acuarelas II (Narrativa)- 2019- La Imprenta digital (Bs. As.)

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sábado, 26 de diciembre de 2020

"La estrella de Belén" (por Carolyn Letelier Cortez) TALLER VIRTUAL 11


Sentada en el viejo sofá, observa la estrella de navidad iluminando nuevamente la sala. Rememora momentos de la infancia de su pequeño, recordando su sonrisa y el destello en su mirada cada vez que lo acunaba entre sus brazos. Una parte de ella quería seguir navegando en los mares repletos de camiones, pelotas y autitos de colores; la otra, la devolvía al presente, admirando la ternura y entereza de su otro hijo. La nota en el anverso de la añosa foto familiar la había estremecido. A pesar de los años, con aquel regalo recién se estaba permitiendo volver a admirar el resplandor que regalaba la navidad.

Por mucho tiempo, el nacimiento de Jesús los invitaba a reunirse en familia, rememorando su llegada, como lo hicieron hace más de dos siglos los Reyes Magos, dejándose guiar por la estrella de Belén, para rendir culto al Rey de Reyes.

Cada ocho de diciembre buscaban en la bodega los adornos, el pino y las luces. Se disponían a cumplir su ritual navideño, decorar la casa de rojos, dorados y verdes colores. Cada uno tenía una misión, Pablo buscaba las luces, con Moncho ‒‒como le decían a Ramón, su hijo mayor‒‒ se encargaban del centro de mesa, las guirnaldas y figuras que representaban al viejito Pascuero; por último, la misión de su marido era encontrar y desempolvar el pino, además de buscar el pesebre y las botas de intenso color carmesí que colgaban en la cortina

En familia decoraban el árbol y la casa, dejando para el último la estrella. Entrelazando sus cuatro manos, la ubicaban con delicadeza en la punta del pino navideño para simbolizar la luz de vida y fe que los guiaba, representando con esto el astro que iluminó la llegada del niño Dios.

Esto lo hicieron por muchos años, los niños ya eran unos adolescentes e igual participaban en la decoración de la casa para esta simbólica fecha. Los colores, las luces y principalmente el árbol los remontaba a la infancia de cada uno, las caras de sorpresa por sus primeros patines, autopistas y bicicletas. Tenían por costumbre reunirse en familia: su madre, cuatro hermanas, cuñados y sobrinos, todos juntos para disfrutar de la cena y compartir regalos.

Un día todo cambió, parte de su alma sucumbió aquella tarde de agosto, navegando en una eterna oscuridad. Su vida fue eclipsada, el dolor la envolvió impidiendo que la luz del día iluminara sus sentidos, aquel manto oscuro que cubrió sus ropajes el día que lo despidió, no solo representaba su angustia, sino el nuevo color de su espíritu.

Fue una bala loca la que se escapó del arma del policía, embistiendo de improviso a Moncho, su primogénito, siendo la culpable de apagar para siempre las luces en su vida. Desde ese día Carmen no le encontraba sentido a las celebraciones, cumpleaños, fiestas patrias, ni mucho menos Navidad. Luego de muchas investigaciones, le dijeron que todo fue producto de un mal procedimiento; al joven policía lo habían dado de baja; a ella le entregarían una abultada suma en compensación por el “error cometido”.

Abrumada en la penumbra de la noche reflexionaba “¿De qué me sirven las disculpas oficiales, el reconocimiento del “error” y el dinero? Me arrebataron a mi hijo en la flor de su vida, estaba a punto de titularse; un joven alegre y soñador. Con su partida siento que la luz de cielo se apagó, ocultándose el sol para siempre en mi vida ¿Cómo quieren que celebre?, sé que ya han pasado más de cinco años desde su partida; me han dicho mil veces ¡Carmen, el luto no puede durar por siempre!, que tengo otro hijo al cual dedicar mi tiempo y entregarle amor, que mi esposo también necesita el cariño que le he negado. ¡Lo intento, pero no puedo!, sé que a veces me ausento de mis propios sentimientos, siento que con su partida mi alma solo puede seguir derramando lagrimas lentas y eternas”.

En vísperas de navidad, un rayo de sol se filtró por su ventana, iluminando suavemente su cara. Pablo su hijo menor, se acercó a su cama dejándole un regalo; le pidió que lo abriera cuando estuviera tranquila y sola.

Carmen se sentó en el viejo sofá, con delicadeza abrió la caja, era un bonsay con una estrella en su punta, acompañado de una foto familiar celebrando la última navidad que pasaron los cuatro juntos. En el anverso de la foto una nota: “Mamá, sus ojos color esmeralda ahora iluminan el firmamento, fundiéndose con la mágica estrella de Belén”. Una lágrima rodó por su mejilla, esta vez no era angustia lo que la embargaba.

Lo ubicó en la mesa de centro, sintiendo un destello que iluminó todo el lugar; era él, acompañándola nuevamente con su sublime existencia.

La estrella le devolvió la luz a su vida.

 

AUTORA: Carolyn Letelier Cortez

Comuna de Pudahuel (Santiago- Chile)

TALLER VIRTUAL 11

 

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