Tardé mucho en aceptar la cita. Si bien es cierto que le contesté de inmediato que sí, que iría, no te preocupes ¿a las nueve? Sí, está bien. No eches la llave a la puerta si llegás antes. Después dudé y maldije el haberme apresurado. Me preguntaba cuál era el motivo para ese encuentro. Convengamos que él me gustaba, pero ¿para tanto?
Pensé en no ir, total no era una cuestión de vida o muerte. Era muuuyyy apuesto, es verdad, pero me aburría un poco: no hablaba mucho, en la oficina pasaba desapercibido, siempre con ese aire triste que resultaba irritante. Nadie le conocía una novia o una amiga. Creo que, en el fondo, me obligué a cumplir mi palabra por curiosidad.
Nos veríamos en el estudio de Ricardo, lugar estratégicamente elegido por mí para qu , en caso de mortal aburrimiento, con la excusa de buscar unas partituras olvidadas sobre el piano, huiría sin dudar.
Me vestí normal, como para ir al trabajo. Algo de maquillaje. Nada seductor. Normal.
Llegué al estudio y la puerta estaba abierta. Bien, pensé. Puntual. La única lámpara encendida enfocaba el piano abierto. Era agradable esa penumbra. Sobre las teclas, al borde izquierdo, una rosa roja. Cursi, pensé. Una copa de vino a medio llenar esperaba sobre el piano. Quise tomarla por el pie y cayó sobre el teclado. Por suerte, sin derramarse. Me sorprendió y alegró a la vez el no haber provocado un lío. La levanté y aprecié su aroma.
-Buenas noches- saludó él, a mi espalda. Dí un respingo.
-Hola- contesté, toda confusa. De pronto, me ganaron los nervios.
Pedro estaba impecable con su traje negro y la camisa blanca, sin corbata. Tragué saliva. Él sonrió. Su sonrisa era hermosamente masculina, sin ese aire irritantemente triste que le conocía. Tomó la rosa, la besó y me la entregó mirándome a los ojos. Se sentó en el taburete, acarició las teclas y sus manos comenzaron a hablar con suavidad, con fuerza, con pasión.
Me hablaron de un sueño de amor. Su rostro amaba. Su cuerpo amaba. Me miró. Me amaba con cada acorde, con los ojos, con los dientes.
Dejé de escuchar y comencé a sentir.
A los seis meses nos casamos.
AUTORA: Graciela Brown
Suipacha (Buenos Aires- Argentina)
1 comentario:
SENTIMENTAL!!!HERMOSO.-
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