Voy surcando los mares en mi barco, que he bautizado “Rigoberta” en honor a mi
madre. Hoy el viento hincha las velas y mi barco corta el mar a rauda
velocidad.
Desde
mi lugar junto al timón, allá, en el horizonte, alcanzo a divisar tierra, casi
al tiempo en que el vigía grita:
-
¡Tierra al frente mi capitán!
¡Estoy
ansioso por llegar!
Entre
las cosas que mi abuelo guarda, encontré un mapa que marca el lugar donde un
viejo pirata escondió un gran tesoro. Mi abuelo me dijo que él ya no volvería a
hacerse a la mar, pero yo sí! Yo seré un gran pirata, igual que lo fue mi
abuelo y mi padre.
Encontraré
el tesoro y lo repartiremos con mis hombres. Luego nos iremos a festejar a la
posada de “El Tuerto” y tomaremos ron.
El
“Rigoberta” ancla lejos de la costa y bajamos varios botes para acercarnos a la
costa.
-Iremos
navegando hacia la izquierda, buscando tres piedras verticales que están en la
costa. –le explico a mi tripulación.
Todos
asienten y bajamos hasta los botes con remos que nos esperan.
Después
de un par de horas de remar rodeando la costa encontramos las tres piedras
puestas en forma vertical que en el mapa las llaman “Las tres mujeres”.
-Muy
bien, ya estamos más cerca –anuncio.
Mirando
mi mapa, me sitúo a la par de las piedras y como me indica comienzo a contar
los pasos seguido de cerca por mi tripulación. “Treinta pasos al frente”.
-
¿Será un gran tesoro capitán? –me pregunta un marinero.
-Así
es – respondo- Este mapa dice que el pirata Maratoa escondió un tesoro
resultado de varios pillajes a barcos, tiene que ser muy grande.
Completo
los treinta pasos y llego al lugar señalado en el mapa como un árbol que tiene
un puñal clavado. Lo buscamos y encontramos lo que ahora es un gran árbol con
un cuchillo muy oxidado clavado en su tronco. De ahí cuento ciento cincuenta
pasos a la derecha, caminando por entre el bosque de plantas de todo tipo que
pueblan la isla, escuchando los sonidos de los animales del lugar.
Un
marinero medio asustadizo me pregunta:
-
¿Capitán, habrá fantasmas en esta isla?
-No
creo –le respondo, tratando de que no esté asustado.
Cuando
llego al final de la cuenta de los pasos, encuentro la caverna que menciona el
mapa y, cada vez más expectantes, entramos.
Cuento
setenta pasos más y por fin llegamos al lugar donde en la pared de piedra hay
una gran cruz marcada.
Nos
apuramos a cavar con palas y picos, hasta que llegamos al cofre. Rápidamente lo
sacamos y lo abrimos. ¡Quedamos maravillados ante tantos tesoros y…
-
¡Ramón! Ramoncitoooo vamos a levantarse que se hace tarde para ir a la escuelaaaa
-
¿Cómo la escuela? – protesto mientras trato de despertarme - ¡Soy un pirata que
encontré el tesoro escondido! El abuelo me dio el mapa.
-Si
Ramoncito, el abuelo te contará otro cuento hoy a la tarde cuando venga, pero
ahora hay que ir a la escuela. Vamos, vamos, no te vuelvas a dormir.
¿Dormir?
¿Estaba soñando? ¡Ay, y yo creí que era un pirata que había encontrado el
tesoro!
-Ramoncitoooo
se hace tarde para la escuelaaaaa.
-Sí
mamá, ya voy.
Autora: Claudia Fernández
Balcarce (Buenos Aires – Argentina)
1 comentario:
Muy ameno la búsqueda muy bueno, un saludo desde mi brillo del mar
Publicar un comentario