Hace
unos días miré una película de piratas y uno de estos se llamaba algo así como Yak
Espárrago, en fin, que el nombre de esta persona no me importó mucho. A mí lo
que realmente me interesó fue el tema de los piratas, me parecía tan increíble
que con tan solo ocho años yo quería ser uno.
¿Ustedes sabían que para ser pirata había un
manual? Pues yo sí, me enteré cuando lo encontré. A lo que iba es que cuando
decidí cuál sería mi carrera de ahora en más, me dirigí a la biblioteca y no
les voy a mentir, yo pensé que había entrado en un laberinto de estanterías con
libros. Tuve que pedirle ayuda a la señora encargada del lugar, ella me indicó
la dirección hacia donde estaban los libros de piratas. Luego de tanto buscar,
por fin había encontrado un libro titulado Manual del buen pirata por lo
que me senté en el suelo ahí nomás y me dediqué a leerlo, por suerte no era un
libro gordo de esos que parecen interminables y que si se caen encima de uno lo
aplastan ¿Se imaginan ustedes, mi carrera de pirata arruinada sin haber
empezado y todo por culpa de un libro gordo? Ni siquiera pensarlo, por eso me
alejo de ellos.
En el manual había una lista de cosas para ser
un buen pirata: una barba marrón, un parche para el ojo, una pata de palo, un
barco y un traje con sombrero que combinen. El mapa del libro era justamente el
de la isla donde yo vivía, pero me quedaba un poco lejos el lugar donde la X
estaba marcada y yo no tenía una brújula o una calavera como las del plano; sin
embargo, mis ánimos no decayeron y dibujé el mapa tal cual lo encontré en el
libro, en cambio, a las cosas de la lista, las memoricé.
Lo primero que busqué fue una pata de palo, el
libro no decía de que mueble debía ser, por lo que se la saqué a una silla vieja
mía. A mi vecino Eduardo, criador de loros, le pedí uno de sus pajaritos verdes,
y si hablaba, mejor aún, además el animalito no se me iba a escapar porque ya
tenía preparada la correa y la soga para tenerlo siempre conmigo; pero tuve que
conformarme con el loro de peluche que me regaló Edu, quien me confesó que esas
aves iban mucho al baño sin avisar a su acompañante ¿Ustedes se pueden imaginar
a un pirata con su traje manchado por popó y pis de loro? Yo no.
En cuanto al parche… bueno, no encontré
ninguna tela de color negro, pero sí unos lentes oscuros en un cajón y como yo
solamente necesitaba ver de un ojo, le saqué un cristal. El barco era algo muy
difícil de encontrar, así que como buen dibujante y pintor que soy, diseñé y
coloreé un barco en unos cartones los cuales pegué con cinta y plasticola
alrededor de mi bicicleta ¡Tendrían que verlo ustedes! ¡Todos querrían subirse!
Mis profesores de plástica y tecnología estarían orgullosos de mí.
Para la barba marrón utilicé algodón, al cual
pinté con mis témperas y lo uní con ese pegamento que usa el doctor cuando me
corto alguna parte de la cabeza y no es necesario coserme; estoy seguro que
hasta el mismísimo Papá Noel me visitaría antes de Navidad solamente para
pedirme consejos sobre cómo tener una barba tan bonita como la mía. El problema
era la ropa, yo no tenía una camisa blanca como la del capitán Espárrago y la
de mi papá me quedaba enorme; en mi armario encontré un pantalón largo de color
negro que usaba para hacer gimnasia; en el ropero de mi hermana mayor encontré
un camisón blanco que tenía que meter dentro del pantalón para no arrastrarlo
por el piso.
A mi padre le pedí si me podría hacer un barco
con una cartulina azul, al fin y al cabo, si lo daba vuelta se podía usar como
sombrero. Una vez listo el pedido que le hice a mi papá, me lo coloqué en la
cabeza, no sin antes haberme vestido con las prendas elegidas; utilicé la cinta
de embalaje de mi mamá para pegar a mi pierna la pata de madera y a mi hombro
el loro, también me coloqué el parche en el ojo y me subí al barco ubicado en
el garaje de mi casa.
En la vereda se encontraba toda mi familia, me
preguntaban si me iba a una fiesta de disfraces, y yo les respondí que me
embarcaba en una aventura de piratas, incluso les mostré mi mapa. Todos me
sonreían y me felicitaban, pero se negaron a dejarme ir ¿Pueden creer que le
nieguen a un pirata ir en busca de su tesoro? Decían que era muy tarde para la
aventura y a esa hora había muchos peligros, pero yo miraba el sol que se
encontraba todavía en lo alto del cielo. En fin, decidí no llevarles la
contraria porque mis padres siempre tienen la razón y saben qué es lo mejor,
pero mañana a primera hora me embarcaré en la búsqueda de ese tesoro y será
mío. Este solo es el comienzo de una gran aventura.
AUTORA: María Belén Cáffaro
Clucellas- (Santa Fe- Argentina)
1 comentario:
Hermoso Belén! Un abrazo!
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