Hondo milagro de la vida eterna
que sin cesar renueva su latido.
Rosa que en roja sangre ha florecido,
senda de bien que nuestro ser gobierna.
Gracia de pétalo, plegaria tierna,
ascua de luz, perfume y flor y nido.
Altar en donde, a demandar olvido,
la frente altiva, humilde se prosterna.
Alma de seda y emoción de luna.
Ángel que en medio de la noche arcana
custodia el sueño de la blanca cuna,
la Madre es tal, que nadie determina
si es tan divino Dios como ella humana,
si es tan humano como Ella es divina.
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