Una tarde, Leo
escuchaba a su mamá hablando por teléfono.
Se fue a jugar
al patio, porque la voz con que hablaba lo ponía nervioso. Cuando bajó la
noche, entró. En la cocina estaban la tía Andrea y la mamá tomando mate.
_ la abuelita
estaba muy viejita y cansada. Se fue a una estrella del cielo, le dijeron.
Leo abrazó con
fuerza a su gatito y no dijo nada.
“Yo sé que es
mentira”, pensó. “A la abuela le gustaba la luna, siempre la miraba y me
enseñaba cuando crecía hasta ponerse
como un enorme queso, y cuando desaparecía y la noche se hacía oscura”. “Además
las estrellas tienen fuego, pobre abuela”. “En la luna, en la luna debe estar
viviendo”.
Estuvo varios
días dando vueltas por la casa, la mamá se había ido con la tía a la ciudad.
Para cuidarlo estaba una vecina, que le daba la comida y se iba a su casa y
volvía a la noche a dormir en el sillón del estar.
_ Por qué se fue
Mamá a lo de la abuela si ya no está?
_Ya te va a
contar ella, le dijo Mercedes, la vecina.
Leo entró al
taller del abuelo, antes que se fuera a la ciudad con la abuela. Se puso a
hacer un barrilete MUY grande.
Después anduvo
recorriendo la casa, juntando todos los pedazos de hilo fuerte, cintas, lanas,
piolines. Sin decir para qué lo necesitaba pidió a los vecinos de las quintas.
Hizo la bola de hilo más grande del mundo.
“Tengo que
escribirle una carta a la abuela. El barrilete lo tiene que llevar a la luna,
porque allí está viviendo ella ahora.” “Le voy a decir que la extraño pero que
se asome todas las noches así la puedo saludar, y que me espere porque, cuando
yo sea viejito, me voy a ir a vivir con ella”
Una noche en que
la luna era una plateada medialuna salió al campo con su cometa y sus
esperanzas.
Él sabía bien
remontarlo y la brisa iba a ayudar.
La cartita
estaba bien sujeta porque el viaje iba a ser largo.
El barrilete
subió y subió llevando consigo el hilo que se tensaba entre los dedos de Leo.
Se sentó en el
pasto porque era tarde y se quedó dormido sin soltar el hilo.
En sueños vio cómo
su cometa se enredaba en la punta de la luna y vio la hermosa sonrisa de su
abuela tomando la carta para leerla.
Lo despertaron
voces de unos vecinos que lo estaban buscando.
_ Leo, Leo,
dónde estás?
“Y qué les voy a
contar, si ellos creen que está en una estrella”, pensó
Muy contento
volvió a su casa a abrazar a su gatito negro, a él si le contaría su historia.
AUTORA:
Sylvie Chedeville
Santa
Clara Del Mar (Buenos Aires- Argentina)
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