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LIBROS PUBLICADOS POR LA AUTORA
(poesía y narrativa)
"DE LOS HIJOS" (2014)- Ediciones Mis Escritos (Bs. As.)

Rincones y Acuarelas I (Poesía) -2019- La Imprenta digital (Bs. As)

Rincones y Acuarelas II (Narrativa)- 2019- La Imprenta digital (Bs. As.)

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y en otras librerías del país.

lunes, 12 de octubre de 2020

"Llegar a la luna trepada a la cola de una cometa" (por María de los Ángeles Albornoz) TALLER VIRTUAL 8


Hace unos años, fui de visita a la casa de Marian, una joven  que se había mudado a nuestra ciudad, por razones de trabajo. Nos conocimos, por casualidad en un Supermercado, cuando la ayudé con su carrito que había quedado trabado. Desde ese momento nos hicimos amigas, conocí a su familia, integrada por su esposo Fernando y a  sus  dos  tesoros: Nahuel y Emmanuel. Esa tarde de septiembre, mientras bebíamos una taza de té, la conversación  la llevó a recordar pasajes de su niñez, muy parecido a los míos:

-Cuando niña me gustaba jugar con una cometa, que con mucho amor la confeccionaba mi padre, para participar en juegos con mis amiguitas.- Con los ojos brillando de alegría,  como alejada de la realidad proseguía:

- Algunas amigas,  tenían  hermanos varones, que se las hacían para complacerlas. Esperábamos ansiosas la llegada de la mejor estación del año, la Primavera, para ver  el cielo teñido  de colores,  con  cometas tan bonitas.

- Nuestros padres, pertenecían a la Comisión Directiva del Centro Vecinal   AMISTAD Y PROGRESO,  integraban la  subcomisión de Recreación Infantil, que se encargaba de mantener  en buenas condiciones un terreno baldío,  a continuación de la cancha de fútbol. Desde la tribuna, se divertían viéndonos correr agitadas, acompañando el vuelo de esos pájaros artificiales,  que alcanzaban alturas impresionantes…

- Jugábamos con la inocencia de nuestra edad, la competencia no estaba en nuestra mente, lo hacíamos de puro gusto.  La alegría nos embargaba a todos por igual, cuando algún niño o niña, lograba el triunfo. Lo festejábamos con aplausos y gritos de satisfacción. Había algunas caritas largas, la de los perdedores que nos  miraban de reojo, como  desafiándonos para la tarde siguiente, eran los chicos de otros barrios. La luna, era nuestro reloj, natural,  cuando aparecía brillando en todo su esplendor, nos recordaba que era la hora de  volver a casa.

Yo la escuchaba divertida, mientras me tendía una bandeja con trozos de bizcochuelo:

- Me gustaba  liderar al grupo que  me acompañaba a diario,  queríamos ser las primeras en llegar al baldío, cada una llevaba su cometa, teníamos todo ese espacio verde para nosotras, así  iniciábamos la más hermosa aventura, corretear libremente hasta ver a nuestros pájaros de papel, alcanzando  altura y quedarnos quietas,  extasiadas,  viéndolas remontarse,  moviendo una larga cola con papelitos de colores. Cuando el viento soplaba fuerte, soltábamos el ovillo al suelo, para darle más hilo, así continuaba elevándose, de esta manera evitábamos que la fricción  del hilo, nos lastimara las manos.

Me había olvidado de mencionarles, me gustaba  pintar, no como profesional, simplemente amaba y amo  la pintura. En mi adolescencia asistía a clases de Dibujo y Pintura, organizado por la Comisión Directiva de la Biblioteca Bartolomé Mitre de mi ciudad.

Esa noche, había regresado a casa muy  entusiasmada con la idea de plasmar en un cuadro, las confidencias de Marian. Me había dirigido a un  pequeño atelier, ubicado en una habitación pequeña del primer piso de casa, llevando un vaso de leche fría, porque no tenía ganas de cenar. Una suave brisa entraba por la ventana entreabierta, contemplaba el cielo,  parecía una noche encantada, y puse manos a la obra.  Al cabo de unas semanas, estaba concluida, la titulé: “Llegar a la luna trepada a la cola de una cometa”. Me había esmerado tratando de ser fiel al relato: sobre un cielo azul  con estrellas titilantes, se destacaba la luna creciente rodeada de un halo de luz blanca, en la parte inferior, colgaba una frágil cometa, con una larga cola de pequeños triángulos de colores. Una creencia popular, cada triángulo representaba un favor especial que se hacía  a la luna…

Hoy ocupa un lugar muy especial en el dormitorio de mi sobrino nieto. Cuando voy de visita a su casa, me toma de la mano y me lleva hasta su dormitorio,  señalando el cuadro me pide mimoso: -Tía cuéntame la historia de la cometa.

-Había una vez una niña pequeña, llamada.… La verdad, es un pasaje de mi infancia…

AUTORA: María de los Ángeles Albornoz

Monteros (Tucumán-Argentina)

TALLER VIRTUAL 8

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