Hoy no te
recuerdo,
pero cincuenta
y tantos años antes
yo me mecía entre
tus brazos
y sólo Dios
sabe cuántas veces
tus manos me
ciñeron,
tus ojos me
abrazaron,
pero de
pronto y sin aviso,
el eco de
una voz ausente,
un tenue
llamado,
provocó un
vacío,
y echaron a
volar las golondrinas
en medio del
calor de aquel verano,
llevándose
del aire los aromas,
rompiendo
los hechizos,
dispersando
caricias por los campos,
y así, el
arrullo narcótico y el beso
poco a poco se
fueron esfumando.
Sólo Dios
sabe cuántas veces
en ese corto
tiempo
tus ojos me
abrazaron…
Pero tu
última mirada,
la última,
la que quedó
impregnada de jazmines,
esa que se
perpetuó en el espacio,
fue
prendiéndose a mi rostro
como un
tatuaje urgente,
como un
sello grabado.
Hoy, no te
recuerdo sin embargo.
Pero al
final de cada día
descubro tus
ojos
en los ojos
de mis niños, reflejados,
y de pronto
retorna lentamente
como hace
cincuenta y tantos años,
el calor
maternal de tu mirada,
las caricias
dispersas
y el júbilo
perdido del verano.
Publicado en "Rincones y Acuarelas I"- La Imprenta Digital- Buenos Aires (2019)
No hay comentarios:
Publicar un comentario