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LIBROS PUBLICADOS POR LA AUTORA
(poesía y narrativa)
"DE LOS HIJOS" (2014)- Ediciones Mis Escritos (Bs. As.)

Rincones y Acuarelas I (Poesía) -2019- La Imprenta digital (Bs. As)

Rincones y Acuarelas II (Narrativa)- 2019- La Imprenta digital (Bs. As.)

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sábado, 11 de julio de 2020

"Clases de piano" (por Hilda Olivares Michea) TALLER VIRTUAL 5


Nunca tuve claro por qué razón mi padre nos enviaba a clases de piano; éramos apenas unos niños de manos torpes y aprender a leer solfeo, pentagramas y partituras era un verdadero suplicio si aún no asistíamos a la Escuela primaria.

Ella, la Señorita Elba,  nos recibía en la mampara de la señorial casa, enorme, más que aprender a tocar el piano me gustaba recorrer los pasillos mientras esperaba mi turno de sentarme en el taburete con la espalda muy derecha, entonces miraba el piso de madera que brillaba sin una basura; me gustaba mirar a la señorita Elba con sus guantes que hacían juego con sus vestidos, su cintura y ese olor a perfume Francés, sus labios rojos; me gustaba ese silencio que imponía y el coro de niños repitiendo la notas DO-RE-MI-FA-SOL-LA-SI, creo que fue lo único que aprendí en las clases pagadas.  Papá el día jueves nos mandaba a bañarnos, lavarnos una y otra vez las manos, cortar y escobillar las uñas, nos vestíamos lo más formal posible y bien peinados caminábamos los tres hermanos a clases. Pensaría mi Padre tener al menos un hijo concertista y comenzó por querer cambiar el color de nuestra piel, tal vez en nuestra humilde casa sonarían mejor las teclas de un piano que el chicharreo continuo de la radio onda corta que cambiaba su frecuencia. Seguro que conversando con los tripulantes de los barcos extranjeros (su oficio era estiba, desestiba de barcos metaleros en la Bahía de Chañaral) ellos le contaban en qué ocupaban el tiempo libre sus hijos, golf, piano o Rugby, en cambio nosotros jugábamos en la tierra con trompos, bolitas; sucios y descalzos reíamos. Mi Madre, como siempre, no opinaba. La primera clase con la Señorita Elba fue contarnos la historia del piano, mecanismo y función de los pedales armónicos, pedal de acorde, nos mostraba el pentagrama, una hoja en blanco con cinco rayas para escribir las notas musicales, tiempo y pausa.

Creo que solfeo era leer las partituras. Escala mayor de DO, MI bemol DO sostenido. Redonda 4 pulsos, banca dos pulsos, negra un pulso, corchea ½ punto, semicorchea ¼ punto, fusa y semifusa, notas musicales, ondas sonoras, negras y blancas.  Sentados por turnos en la banqueta o banquillo, derecha la columna vertebral, nos pedía, temerosos tocábamos una nota musical, sonaba horrible, de inmediato la batuta castigaba nuestras manos, ¡solo los dedos!, ¡solo los dedos!, gritaba la Señorita Elba fuera de control. Ayer mientras esperaba mi turno fui más audaz y llegué hasta el jardín, rodeadas de una reja pintada de blanco estaban las flores de muchos colores trepando por los árboles, a un grito de ella corrí a sentarme. Como todo era de memoria, porque no sabíamos leer ni escribir, decidimos ir a practicar al Hotel Grenett, ahí tenían un piano y el pianista que amenizaba las cenas de los clientes adinerados, con mucha paciencia nos ayudaba a mover las manos, para soltarlos con ejercicios antes de comenzar a tocar las teclas, a mantener la cabeza arriba, a escuchar atentos cómo suena cada una; algo que no nos enseñaba la Profesora. Cuando terminaron las clases y por qué nunca lo supe, tal vez se terminó el dinero, mi padre se daría cuenta que cada quien debe vivir su propia realidad y que nunca jamás habría ni cabría un piano en nuestra casa, o fue porque llegábamos llorando con las manos rojas o simplemente como dice el dicho “no teníamos dedos para el piano”.

Nosotros seguimos siendo niños, luchando en la tierra o jugando a pata pela un partido de futbol, ahí éramos felices.  

AUTORA: Hilda Olivares Michea. 

Chañaral (Chile)   

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