Soy Santiago y
tengo 13 años. Soy muy curioso y aventurero. Hoy les voy a contar una historia que
viví con mis amigos cierto día de nuestras vacaciones de invierno.
Un 17 de julio,
Gastón, Bauti, Dante y yo volvíamos a nuestra cabaña tras una agotadora mañana
de excursión. En el camino vimos un gran, alto y asombroso castillo que a todos
nos dio curiosidad conocer. A la mañana siguiente rápidamente nos abrigamos
para salir de la cabaña e ir al castillo. Después de una larga caminata
llegamos, y con intriga, golpeamos una gran puerta de madera. Desde dentro no
se escuchó nada, entonces pasamos. Allí vimos una gran sala con paredes blancas
y una sombra que corría hacia el primer piso por una enorme escalera. Con miedo
salí corriendo hacia allí con mis amigos detrás y no vimos nada, pero escuchamos
un sonido que venía de una de las habitaciones, en silencio nos fuimos
acercando cada vez más, encontramos una señora con ropa muy extraña para esta
época y frente a ella una rocola con luces,
entonces nos aproximamos y todos fuimos desapareciendo. Nadie entendía nada, habíamos
perdido de vista a la señora y a la rocola y estábamos en medio de un pueblito,
y vimos un cartel que decía “Posada”, entramos y mientras esperábamos que nos
atendieran, con gran asombro, leímos en un almanaque: año 1920.¡Habíamos
viajado al pasado!
Con mis amigos
estábamos asombrados y preguntamos al dueño de la posada por el gran castillo,
y nos contó que era muy misterioso, guardaba secretos y estaba a unas horas del
lugar. Ya era de noche y decidimos descansar, al menos un poco. El buen señor
nos prestó una habitación porque no teníamos dinero, era muy sencilla, con
ventanas pequeñas y con muebles antiguos, de aquella época. La noche pareció
larga y silenciosa, despertamos temprano, todos con ganas de volver a la cabaña
y con nuestras familias.
Comenzamos a caminar, siguiendo el sendero indicado, rumbo al futuro. Había mucha vegetación y después de varias horas Gastón gritó ¡chicos, el castillo!, ya podíamos verlo. Agotados, nos fuimos acercando y entramos por la gran puerta de madera, subimos las escaleras y nos dirigimos a la habitación buscando desesperadamente la rocola. Allí estaba, justo en el mismo lugar, con sus luces coloridas, nos pusimos frente a ella suplicando que nos regrese a nuestra época, y esta vez nos absorbió. Sentí un temblor muy fuerte y muy aturdido desperté tirado frente a la gran puerta de madera del castillo, junto a mis amigos. Apenas logramos reaccionar comenzamos a correr lo más rápido posible. Chau castillo!!! Chau rocola!!! No los queremos volver a ver.
AUTOR: Santiago Stessens
11 años
Estación Clucellas - (Santa Fe - Argentina)
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