Robert
Valverde hacía cuatro años que no se reunía con su amigo Frank Crepick, pianista.
Ellos tenían una gran amistad desde que estudiaron en una escuela de música. Cada
uno siguió su destino; Frank en el Conservatorio y Robert en la Universidad
estudiando Ingeniería comercial. De vez
en cuando se escribían en el Watsapp y
rara vez, en el computador.
Robert,
un veinteañero, buen mozo, inteligente, trabajaba en una empresa de Automóviles. El año 2009 se había casado
con Martiña Piamonti y llevaba un año casado con la joven morena de ascendencia
cubana que estudiaba medicina en la
Universidad del Norte, muy atractiva y sencilla. Asistieron a la presentación
del pianista Frank Crepick en el Teatro Municipal de Antofagasta, acompañado de la orquesta
sinfónica. El público llenaba la sala y aplaudía con entusiasmo; terminaba la sinfonía de Beethoven,
continuaba una segunda parte del espectáculo con canciones que han quedado en
el recuerdo: “Sorba el Griego, Gracias a la Vida, Te recuerdo Amanda”, etc. Terminada
la presentación, Robert y su esposa se aproximaron a felicitar a Frank;
lo invitaron a compartir a un
restaurant, él se mostraba interesado en saber de sus vidas. La conversación
estaba llegando a su término cuando
Robert miraba la hora.
-
Frank dijo.- ¿Qué te parece amigo, si nos juntamos en tu casa a tocar el piano
a duo? Todavía recuerdo cuando yo iba al hogar de tus padres y tocábamos en el piano de tu abuelo.
-¿Hasta
cuándo estás en la ciudad? Preguntaba Robert Valverde
-
Hasta el domingo, a las 14hrs. viajo a Santiago, después a Viena. -Respondía
Frank.
Bueno,
no se diga más nada, es tarde y mañana es viernes hay que ir al trabajo. Le
entregaba a su amigo una tarjeta diciendo:-El sábado te espero en casa, te vas en
taxi. Calle los Naranjos población los Canelos 656.
El
día sábado el matrimonio almorzaba a las 13:30hrs. Martiña iba a buscar a su
madre para visitar a la abuela chilena. En el living dejaba preparada una mesa
con una botella de champagne y cosas para picar. Todo ordenado y limpio, podía salir sin problema y
Robert esperaría a Frank.
En
cuanto salía la joven de su casa, Robert llamaba a su amigo, eran las cinco de
la tarde cuando aparecía con una rosa roja y una botella de vino tinto.
Frank
dijo. -Hola Robert y de inmediato le daba un abrazo de oso, luego tomó asiento y comenzó a indagar cómo sucedió ese matrimonio
con la cubanita.
-
Frank decía.-Hermosa la cubanita, muy
linda persona. ¿Te has puesto a pensar si ella dejó un novio en la isla?
-¡No,
no! Ella es sincera, creo advertirlo y me lo diría. -Respondía Robert.
Ya,
ya no preguntes tanto, aprovechemos de brindar por tus éxitos.- Respondía
Robert y de inmediato abría la botella
de champagne y servía las copas, Frank
se acercaba a coger una y se aproxima diciendo, esta rosa es para ti. ¡Nunca, nunca te olvidé!,
Cada día tengo una rosa y la dejo en el
piano junto a una copa con
un poquito de vino, así no sales de mi
cabeza, me inspiro y toco las canciones que más te gustaban. El submarino amarillo
de Los Beatles, Para Elisa, valses y danzas, etc. Se pusieron a cantar y hasta
bailaron, parecían dos colegiales excitados por la música.
Frank
acercó la copa a los labios de su amigo Robert diciéndole- querido, hasta la
última gota. Siguieron bebiendo y escanciaron dos, tres botellas hasta el whisky
así, ambos se besaban olvidados del
mundo, no escatimaron caricias.
Tocaron
el piano recordando viejos tiempos, momentos vividos en Santiago y se olvidaron de que la esposa llegaría a
casa. Cuando la joven entraba al
antejardín los amigos no sintieron que
la puerta se abría y cantaban juntos sin pensar en ser interrumpidos. Ella
quería ser escuchada y hablaba a Robert, él estaba en una borrachera tal que no
respondía; he ahí en ese momento, ella
se dio media vuelta y se fue a casa de una amiga a dormir. Los dos
amigos continuaban en franca algarabía, otras botellitas de vino y whisky salieron de un mueble y quedaron vacías.
Robert y Frank perdieron la noción del tiempo con el licor, en el piano
quedaba la rosa y una copa con un poco
de licor derramado.
El
piano continuaba sonando y los dos pianistas estaban desnudos, abrazados en una
cama durmiendo la borrachera. Eran las 10 de la mañana del día domingo, Robert
despertaba con el agua fría que lanzaba en los rostros una furibunda Martiña.
Ninguna excusa merecía su perdón, en unos segundos juntó su ropa hizo la maleta y se fue a su
casa. Lloraba desconsolada, su padre comenzaba a oír la razón que tenía para
llegar al hogar.
El
padre de la joven fue a casa de Robert,
golpeó la puerta, esta se abrió y en
frente a su yerno, desenfundó la pistola e hizo dos disparos a quemarropa. Sólo el ruido de un
auto quedaba a lo lejos. Cuando Frank sintió los disparos, salió del baño a medio
vestirse para socorrer a su amigo que yacía herido en el piso, le puso toallas
en la parte del estómago que sangraba mucho. Al fin llegaba la ambulancia y lo
trasladaron a la clínica, minutos que fueron eternos, una bala destruyó el
baso. Frank regresó a la casa, buscó afanoso el fono del hermano de Robert, en pocas palabras le
explicó que un desconocido al abrir la puerta quería robarle y al oponer
resistencia le disparó. En la semana siguiente, Martiña acompañada de su madre y padre, se embarcaba en un avión a Cuba.
AUTORA:
Nélida Baros Fritis
Copiapó
(Chile)
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