Habían tenido un accidente. El barco estaba seriamente dañado y no podían continuar.
Enfilaron hacia la isla que tenían a la vista. Conocían la historia de un acaudalado señor y su familia que la habitaban, pero quienes pasaban largas temporadas en la ciudad.
Vieron a lo lejos una inmensa construcción de paredes blancas, con techos rojos y todo el lujo que se podían imaginar.
La embarcación en la que se trasladaban había empezado a llenarse de agua. Así que decidieron abandonarla cuando todavía faltaba un buen trecho y llegar nadando.
Eran cuatro hombres forzudos y acostumbrados al mar.
Recogieron algunas cosas que pudieron salvar y comenzaron a deslizarse por el agua.
Pero no les fue fácil. Lucharon varias horas y al final lo lograron sólo dos de los piratas.
Yack y Will se asomaron a la orilla y con precaución tocaron tierra firme.
Al no ver movimiento alguno sospecharon que el enorme edificio estaba deshabitado.
Se encaminaron en silencio hacia el lugar y así pudieron comprobar que por allí no había nadie.
Era una mansión imponente, con muchas habitaciones, pisos superiores y hermosos ventanales. Se enmarcaba en medio de un parque tapizado de verde.
No tuvieron muchas dificultades para forzar una de las puertas y entrar.
Quedaron deslumbrados. El lujo brillaba por todos lados. Los cortinados de terciopelo eran una belleza. Muebles antiguos, pero exquisitos, lujo por todos lados.
Cuando pudieron salir de su asombro comenzaron a revisar el lugar. Primero debían encontrar comida…¡Vaya si la había!, en la cocina y otros depósitos.
Descansaron cómodamente eligiendo algunas de las muchas camas que había en los dormitorios.
De día se dedicaban a recorrer la isla y prepararse con los elementos que allí encontraban, una embarcación que los pudiera llevar a sus hogares.
Pero luego de unos días de tanta paz y bienestar divisaron, que a través del mar, llegaban visitas. Corrieron a esconderse y se dieron cuenta de que eran los dueños.
Ellos bajaron por los pasadizos que ya habían inspeccionado y se encerraron en el sótano; varios metros bajo tierra.
Era un lugar terrible, con moho y suciedad… Apenas un ventanuco en la parte superior les permitía algo de aire. El sitio estaba lleno de ratones y murciélagos. ¡Puafff! Qué asco.
Debieron esperar hasta la noche para buscar comida. Además aprovechaban cuando dormían los demás habitantes para seguir fabricando su precaria embarcación.
Una noche que Yack subió para ir a la cocina, por poco se encuentra con uno de los muchachos que se levantó para tomar un vaso de agua.
Cuando volvió a su escondite le contó a Will y acordaron que debían irse cuanto antes.
Dos noches después subieron en silencio, cargaron sus alforjas con víveres y además no perdieron oportunidad para alzarse con varios objetos de valor.
Sin hacer ruido ganaron las sombras y se internaron en el tupido follaje donde se encontraba la balsa. Se alejaron de la orilla y navegaron hacia la costa contraria.
Después de muchas horas y ya agotados, vieron una línea en el horizonte y aves que sobrevolaban Pero la alegría no duró mucho. Allí los estaba esperando la policía, ya que el dueño de la isla había denunciado el robo de sus pertenencias. Y así Yack y Will terminaron en la cárcel.
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