Como
el hombre que soñaba
la
inminente libertad del Holoceno,
permanezco
en mi cueva postmoderna,
encadenado
al miedo desmedido de salir.
No
podemos reunirnos,
no
tienes permiso de venir, y yo, menos, de buscarte;
y
acongojado duerme el piano,
en
un rincón cercano a mi ventana abierta.
Recostado
en el alfeizar,
paso
imaginándote en la niebla
y
en las gotas del rocío;
en
la ardorosa tarde y el ocaso
que
me envuelve entre sus sombras;
me
volteo y ante mí
la
inmensidad del piano:
sobre
su atril cansado una partitura
abierta,
inmóvil, que ni siquiera
pestañea
con la brisa;
una
rosa roja, triste, se abraza con su tallo
¡y
adivina que no serás su dueña!;
y
el teclado…
–la
bandada de alas blancas
que
añora tu presencia y esa melodía
que
siempre surge con tu nombre–
nunca
más podrá vibrar
sin
el roce desafiante de tus manos.
En
una copa, ya inclinada,
el
último sorbo detenido
–el
que mejor sabe y se degusta–
que
inútilmente clamará por ti.
AUTOR: Georges René Weinstein
Medellín (Colombia)
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