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LIBROS PUBLICADOS POR LA AUTORA
(poesía y narrativa)
"DE LOS HIJOS" (2014)- Ediciones Mis Escritos (Bs. As.)

Rincones y Acuarelas I (Poesía) -2019- La Imprenta digital (Bs. As)

Rincones y Acuarelas II (Narrativa)- 2019- La Imprenta digital (Bs. As.)

Los encontrarás:
En Rafaela (Santa Fe): en Librerías "EL SABER", "PAIDEIA" y "FABER".
En San Francisco (Córdoba): en Librería "COLLINO"
y en otras librerías del país.

domingo, 29 de marzo de 2020

"El destino de un mensaje" (por Liliana Ravasio)- TALLER VIRTUAL 2


“No quiero más guerras en el mundo.
 No quiero ver más fotos de niños desnutridos.
 No quiero que se publiquen informes de violencia.
 No quiero más muestras de desigualdad.
 No quiero que exista la injusticia.
No quiero que el hombre continúe perjudicando a la naturaleza con su contaminación desmedida.
Si estás de acuerdo conmigo, escribíme o llamáme, juntos podremos comenzar a trabajar para que en unos años la paz, la justicia, la solidaridad  y la igualdad sean banderas que habremos de enarbolar en el mundo”
Mi nombre es ….
Mi dirección …
Mi teléfono …
Mi correo electrónico…
Con la letra propia de una niña de su edad, escribió este mensaje en el cuaderno borrador. Habían terminado las clases y las hojas no utilizadas, eran destinatarias de dibujos, frases que se le ocurrían en vacaciones o el desarrollo de algún juego propuesto por un libro o una revista.
Lo dobló prolijamente y lo guardó en la mochila que llevaría al viaje que emprendería al día siguiente con la familia.
El departamento alquilado por los padres, tenía vista al mar. Estaba algo alejado del centro comercial, pero como el propósito era descansar y disfrutar de los tres hijos aún pequeños, la ubicación resultaba ideal.
Alfonsina era una niña muy interesada por la actualidad, a pesar de sus escasos años, se preocupaba por los problemas comunes en el mundo. Leía, preguntaba y guardaba todos los recortes que le parecían importantes.
Como el viaje había sido bastante largo, al llegar, se pusieron ropa cómoda para caminar un rato en la playa y distender las piernas de tantas horas en el auto.
La pequeña disfrutó de un momento con la familia, jugó con sus hermanos, luego cenó y se retiró a descansar.
Tenía un objetivo para esas vacaciones. Sabía de la inmensidad del mar, de que sus aguas llegaban a bañar costas de otros países y también de continentes lejanos. Como le preocupaba mucho la contaminación, conocía de memoria lo que demoraban en degradarse algunos elementos que utilizamos con frecuencia. Sabía que si utilizaba una botella de vidrio, ésta demoraría más de cuatro mil años, pero corría el riesgo de que si se golpeaba, podría romperse. Elegiría una botella de gaseosa o agua mineral, eran muy resistentes a la erosión, su vida podría ser de más de cien años, y en ese lapso esperaba haber cumplido su meta.
Ni bien comprobó que se había terminado el contenido de una botella, sin que nadie la viera, la juntó, la enjuagó muy bien, la puso a secar un rato al sol para que no quede húmeda por dentro y la escondió debajo de la cama.
Segura de que todos dormían, cansados por los juegos en el mar y la arena, introdujo el mensaje en la botella, la tapó bien y descendió la escalera hacia la playa.
No era temerosa, pero de todas maneras, la luna era un farol inmenso y potente esa noche.
Caminó un rato y cuando le pareció que la fuerza del mar era suficiente como para alejar con rapidez la botella, la arrojó lo más lejos que pudo.
Desde ese momento, su vida giraría en la esperanza de recibir una llamada, un mail, un aviso de que alguien habría recogido el mensaje y estaba dispuesto a acompañarla en su iniciativa.
Pasaban los años, la situación del mundo no mejoraba y si bien ella se comportaba como una persona responsable y correcta, no recibía el aviso de que hayan leído la nota.
Eligió una carrera afín a la asistencia social, participaba de fundaciones y organizaciones que en parte la hacían sentir que algo hacía para mejorar lo que no estaba bien, pero no lograba estar satisfecha…
Jamás hubiese imaginado que ese día cambiaría su vida para siempre.
La hermana menor se había realizado estudios solicitados por los médicos, para diagnosticar una dolencia que hacía un tiempo los tenía preocupados. Necesitaba un donante de médula y Alfonsina era la única persona compatible.
Debían viajar al exterior para realizar el trasplante.
Se despidieron del resto de la familia con la promesa de que algunos viajarían ni bien ellas estén en condiciones de recibir visitas. Sólo las acompañó el padre.
Fueron horas muy difíciles, regadas de dolor e incertidumbre. Los partes con los avances se conocían esporádicamente y el tiempo avanzaba lento.
Pero todo salió bien, Alfonsina fue la que primero se recuperó y comenzó  una vida normal. La hermana necesitó más tiempo y atenciones especiales.
Extrañaba mucho a su pequeña hija, que había quedado al cuidado de la mamá y del esposo.
Por un tiempo se olvidó de la ansiedad que toda la vida la había invadido, esperando una respuesta al mensaje arrojado al mar.
Una mañana, golpean la puerta del hotel donde se alojaban, y al que se había ido a descansar, mientras su hermana aún permanecía en cuidados intensivos.
Su madre había viajado para reemplazarla, pero no voló sola, llevó consigo a la pequeña hija de Alfonsina.
Se fundieron las tres en un abrazo que resumía todo lo que se habían extrañado y toda la ansiedad acumulada por el anhelo de que la operación resulte exitosa.
Llevó a la mamá al sanatorio y salió a caminar con su hija. Conversaron, tomaron un helado y sin darse cuenta, llegaron a la playa.
Inmediatamente, Alfonsina relacionó ese mar con el de su país, aquel en el que veraneaba de pequeña.
No dijo nada, pero quedó pensativa.
Se sentaron en la arena, comenzaron a jugar, mientras inventaba historias de sirenas, de piratas, de peces mágicos y tesoros hundidos.
Cavaban túneles, construían castillos, puentes, pasaban la tarde recuperando el tiempo que habían estado separadas.
De pronto la pequeña descubre algo enterrado, bastante profundo, como que los años lo habrían guardado en la playa, bien resguardado de la erosión y del paso del tiempo.
Comenzaron a alejar con las manos,  la arena que lo cubría.
-¡Mirá, mamá! ¡Una botella con un mensaje! ¿Me lo leés?
Alfonsina lo sabía de memoria, pero lo disimuló y leyó a la niña lentamente ese deseo que expresó de chica.
El destino quería que fuera su hija la que se comprometiera personalmente a ejecutar acciones para lograr un mundo  mejor.
Ella había hecho todo lo posible, algo había logrado. Estaba segura de que la perseverancia que le había heredado, continuaría la lucha que ella inició muchos años atrás.
Se tomaron de la mano… caminaron hasta la clínica.
AUTORA: Liliana Ravasio- RAFAELA- (Santa Fe- Argentina)

Taller virtual 2

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