Ahí nomás están, al acecho
Se ha vuelto gris el horizonte. GLAUCE BALDOVÍN
Se ha vuelto gris el horizonte. GLAUCE BALDOVÍN
Un impulso
irracional, ingobernable me incita, me impulsa a transgredir temores, a
ahuyentar mis infundados miedos a la penumbra del ocaso (la que precede a la
nocturnal boca de lobo). Casi sin pensarlo, abandono mi acogedor lecho y comienzo
a caminar hasta abandonar mi casa. En la helada luz de otro sol, extraño sol
(más negro que la noche), como conducido por una fuerza irresistible me
desplazo por el camino, con la extraña sensación de que yo estoy quieto y de
que es el paisaje el que se mueve.
Avanzo y avanzo, por
momentos me detengo. . . pero una fuerza superior me impele a seguir, a seguir.
. . Después de cierto tiempo de caminata (imposible de determinar ya que
podrían haber transcurrido diez minutos o diez horas) vislumbro una arboleda.
Ella me trae, de pronto, la imagen de un oasis en el desierto (pero soy
consciente de que, de ninguna manera, estoy en el desierto)
Poco a poco, la
realidad se impone pero no por eso recupero la tranquilidad. Todo lo contrario.
A medida de que me acerco más y más el paisaje se define. Así es como descubro
que en medio de la arboleda hay una laguna. Un paisaje irreal, fantasmagórico…
La oscuridad me
apabulla, me atemoriza. . . porque la luna, como si jugara a las escondidas, se
ha ocultado tras las nubes.
Y de pronto… una
espesa niebla se cierne sobre el paisaje. Y como surgidos de la nada o
plasmados desde la misma bruma deambulan y me acechan los espectros.
Ellos observan,
indagan, escudriñan. Sus ojos, vacías cuencas gélidas, orbitan las miradas en
los densos remolinos de la circularidad sagrada. En la espiral del tiempo que
no cesa. Sus manos (o no-manos) pendulan al azar; se tienden como garras al
acaso, a la sinrazón, al vuelo.
Y en secuelas de
inacabables giros se funden, se fusionan al agrisado sudario de la niebla, ¡Ya
deambulan y me acechan! ¡Alienan y alucinan, sin pausa, sus espantos! ¡Y
alienan y alucinan…!
¡Y alienan y alucinan…!
¿Y al final...?
¡Sólo queda el miedo!
AUTORA: Margarita Marta Yácamo- ALTA GRACIA- (Córdoba- Argentina)
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