Basta, esas fueron
sus últimas palabras, hasta acá llegué, necesito respirar, liberarme del
sofocón que me genera tu mirada.
Así me mostró que él
podía parar y respirar cuando quisiera.
Mostrarme que a pesar
del apretujón que le estaba dando y de la carga que le imponía él podía parar,
respirar y seguir girando.
Me mostró en un
suspiro, que dentro de él me parezco un mensaje encerrado en una botella de
vidrio, que fue arrojada al mar. Que viaja buscando un amor, una sonrisa, un
abrazo y un sitio donde pertenecer, mensaje queriendo llegar a algún lugar
donde poder crecer, florecer y brillar.
Botella que entre
olas y olas se lleva los mejores recuerdos y ve los paisajes más
exquisitos, pero no el paisaje que busca contemplar.
Un recipiente de
vidrio que llegando al fondo del mar abre los ojos, y los peces con sus
aletas lo llenan de amor y lo sacan otra vez a la superficie, para que pueda
seguir con su viaje.
A cuántos lugares
llega y de cuántos se va hasta llegar al lugar correcto?
Cuántos ojos la han
visto y de cuántos se alejó porque no eran los que buscaba?
Pero siguió y
en su viaje por encontrarse, recorrió cientos de kilómetros, esperando
que unas manos la encuentren, la abran y con anhelo lean lo que lleva
consigo.
Quizás el mar entero
hoy nos separa, pero no dejare de flotar porque sé, que esas manos me van a
encontrar y dejaré de ser un mensaje en el mar.
AUTORA: Soledad Ayala- VILA (Santa Fe- Argentina)
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