Es solo una “puerta”, respondí…Y la crucé.
Una húmeda neblina me envolvió toda. Abría grandes los ojos para poder distinguir mejor. La primera línea, estaba segura de que eran árboles, pero detrás, figuras amorfas y misteriosas, se mantenían expectantes… Sentía frio, me dolían los pies, por cruzar el ojo de agua sin descalzarme.
El silencio —viento silbante—, me calaba los sentidos. El miedo lo penetraba todo. El lugar era una hoguera que consumía lentamente la luz de la razón.
¿Quién podría vivir en un lugar así? Parece la nada misma...Y recordé que hace tempo, Elid, me enseñaba que, en la nada, está el todo.
De repente, un aro blanco apareció ante mis ojos, estiré la mano para tocarlo y aterrada descubrí que, desde el otro lado, una mujer hace lo mismo.
La tomo fuertemente y casi a rastras la hago cruzar el circulo. Cae a mis pies. Retrocedo, luego corro y me oculto detrás de un árbol. Ella, se esfuerza por ponerse de pie, cuando lo consigue, se acerca y dice:
—Ven Alisha, hay tiempo para quebrar la sombra.
—¿Tiempo para qué? —respondí abandonando mi escondite.
—¿No recuerdas nuestro voto de silencio?
—¿Nuestro voto? Si nunca te vi en mi vida...
Lentamente fue descorriendo el velo que la cubría, luego, dejó caer su capa sobre la tierra barrosa.
La contemplé…Y me vi. Ella, era yo. Me perdí en sus ojos claros y profundos, en ellos vi la eternidad de mi sombra.
—Hace vidas que te busco —dijo ella.
Hizo un además como invitándome a caminar.
—No quiero alejarme del ojo de agua —respondí, es mi referente para regresar a casa.
—No tienes casa Alisha. Nadie, siquiera uno. Todo es un engaño, una ilusión…
Lo que ella decía me atemorizaba, porque no lo comprendía, yo solo quería regresar con Elid.
—Elid es tu hoy, ayer fueron Neyen, Arun, Kamal…cuantos más —cuestionó ella—. Ellos, cruzaron su sombra para vivir en la luz; a mí, solo me falta libertarme del pacto para cruzar...
—¿Por qué no te marchas por donde viniste y me dejas en paz? —respondí casi a los gritos—. Salí corriendo al ojo de agua, me tiré de cabeza, intentando encontrar el hueco por el cual había llegado hasta aquí. Lo hice tantas veces que termine pareciendo una figura de greda negra, tirada en medio del charco.
—Tenemos que hacerlo ahora Alisha, por nuestro bien y paz.
Dibujó en el aire un circulo que al instante se iluminó. Cruzamos. Yo, apreté su mano por temor a lo desconocido y cerré los ojos, al abrirlos, quedé impresionada por el entorno. Pude contemplar secuencialmente mis vidas, con sus errores y aciertos. Me llevó hasta un lugar paradisiaco, y allí,
Elid, escribía sobre un pergamino. Nos miró y sonrió…
—¡Vidas, vidas y vidas…! —dijo—, esperando este momento. ¿Cuál de las dos se arrepintió?
No entendía nada. Elid parecía no saber quién era yo, y a la vez, conocerme desde siempre.
—Pueden leer el escrito donde todos estamos de acuerdo en romper el pacto —dijo.
—¿Me pueden explicar qué sucede? —exigí nerviosa.
La mujer cortó la yema de su pulgar y luego lo presiono al pie del escrito, después, Elid, hizo lo mismo. Yo, intrigada, tomé el papel y leí… Era inaceptable lo que allí decía que, al instante sentí a mi cuerpo debilitarse y caer en una nebulosa oscura.
Cuando desperté, estaba recostada sobre una manta, en el piso. A metros de mí, Elid de pie, me miraba.
—Hacer un viaje astral requiere experiencia, amor mío—. Ya lo lograrás...
(No le contaré mi experiencia, debo regresar a poner mi firma en el pergamino, de manera urgente).
AUTORA: Beatriz Teresa Bustos- San Francisco (Córdoba- Argentina)
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