Bajo el cristal
rasgado del zaguán, en su media luna, observo una noche oscura, sin brillo,
arropada por la neblina pesada del entorno, un frío helado recorre mi cuerpo,
intentado escapar por la rendija del portal de azabache, del espantoso encierro,
que la máscara encantada, dispuso por decreto en el reino de Nunca Jamás.
Decreto 03/2020-“Prohibido salir hasta la primavera.” Pero la primavera llega y
el invierno insiste en adueñarse del reino.
Percibo, a lo lejos,
la esencia vaporosa clamando tristeza por la que mi bosque llora, llora de
ausencia, de ti, de mí, de vosotros.
Veo, entre la
rendija, salir a Don Gregorio, mi vecino, amigo de mi padre, desoyendo el
decreto, mis ojos no salen de mi asombro, va de puntillas al riachuelo aún vivo
que el bosque protege para recoger agua. Yo no bebería de esa agua jamás, dicen
que hay un monstruo en forma de erizo, que mata personas, le dicen el “corona”
y asusta a la fauna marina. Unos guardias, con sus atuendos de verde olivo, le
dan la voz de alto, lo que ellos no saben es que Don Gregorio es sordo. Sin
mediar palabras, en instantes, veo colocadas gruesas cadenas en sus manos,
mientras mis ojos siguen desorbitados por la injusticia cometida.
Doña Carmelina , su
mujer, de 90 años, alta, delgada, de pelo blanco, sale con su moño aburrido de
peineta negra, su vestido gris y de rayas rosadas tirando a blanco desgastado,
ya conocidos por su vecinos, con su temple de Herodes y su memoria de oro,
grita: - ¡ Dejen a mi marido en paz! Los guardias de olivo, alzan la voz y le
responden: - No se acerque, si no quiere ir también al calabozo.
Como dé un paso
más,... Pensé que debía buscar palomitas para disfrutar de la escena. Comienzan
a intervenir los vecinos del Refugio “El Paso”,- ¡Soltadle!, déjenlo en paz! , ¡es
sordo !. Aquello se vuelve un jaleo, y la pesada tristeza del encierro, se
convierte en un pasaje de rabia e impotencia, junto a una sonrisa pícara,
olvidando un poco, el dolor de las lápidas vivas, que se fueron sin ser despedidas
de los suyos, del dolor de los muertos. Todo fue tan rápido, la escena queda en
una confusión, desde la rendija de mi ventana.
Nuevamente, se
escucha el sepulcro del silencio. Volvemos a nuestras cuevas, donde la
oscuridad nos abraza, con la pena en el alma.
Nuestro bosque
enmudeció.
Sin embargo en mi
corazón hay una esperanza que palpita y clama al cielo, que me dice: Dios no se
olvida de su pueblo, dejemos que esta cuaresma imprima su huella, mientras
llega la Primavera.
AUTORA: Beatriz Martín- SANTA CRUZ DE TENERIFE- (Canarias- España)
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