Recuerdo que corrí,
no sé por qué, ni de quién, solo sé que tenía que correr.
Entrar al bosque y
buscar un lugar donde refugiarme.
El cielo estaba
gris, de un gris oscuro que daba escalofríos.
El frío de la mañana
y la niebla poco dejaban ver. Pero corrí, estaba cansada, solo logré
encontrar una roca grande, me escondí.
Cada ruido del
bosque me hacía temblar, sabia que estaba ahí, que no se había ido, que si
salía debía correr.
Me quedé y la noche
llegó, ya nada se veía, el frío se hizo más intenso y mi temor me ganó.
El cuerpo y el alma
comenzaron a doler otra vez y me robaron las energías, mi seguridad, mi
confianza, me robaron la voz. Lo único que podía hacer, era acurrucarme, dormir
y pensar que lograría salir de ese lugar la mañana siguiente.
Me hice chiquita,
lloré y mientras lo hacía pensaba si volvería a verte, si podría abrazarte una
vez más, si me estabas esperando, me buscabas o pensabas en mí. Y me dormí, no
recuerdo más, solo me dormí.
AUTORA: Soledad Ayala- Vila (Santa Fe- Argentina)
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