Me
vuelvo a preguntar por enésima vez si fue la decisión correcta. Alejarme de la
ciudad, al atardecer, cuando la luz comienza a irse. No le temo a la oscuridad,
sí al silencio, ese que amplifica mis pensamientos. No le temo a la soledad, sí
a una nueva decepción. Deseaba con todo mi ser volver a verte, y poder
preguntarte todo eso que me obsesiona. Como si fuese un relato de Stephen King,
de esos que acostumbrabas a devorar. Me citaste en la penumbra del monte, más
específicamente, cual coincidencia, en el vacío de su corazón. Allí donde los
árboles, por respeto quizás u obediencia tal vez, deciden amontonarse más allá,
dejando lugar a aquel pequeño y diáfano espejo de agua, siempre presente,
siempre inmutable. No me explicaste y no entiendo el capricho de hacerme venir
aquí. No me explicaste y no entiendo el capricho de haberte ido. Aún en el
mutismo del lugar no te oigo, aunque siendo sincero, oyéndote no te escucharía.
No mientras mi soberbio pensar, siga ensayando respuestas, forzando preguntas y
negando realidades. Pasa el tiempo y acabas de perder la exclusividad, el ocaso
también me abandonó, la negrura me envuelve ahora también por fuera. Cabizbajo,
regreso a mi rutina, las manos permanecen vacías, la respiración entrecortada,
el peso en mis hombros parece haber crecido y mis lágrimas, mis lágrimas
continúan siendo desobedientes.
AUTOR:
Bruno Giménez. Lehmann (Santa Fe- Argentina)
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