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LIBROS PUBLICADOS POR LA AUTORA
(poesía y narrativa)
"DE LOS HIJOS" (2014)- Ediciones Mis Escritos (Bs. As.)

Rincones y Acuarelas I (Poesía) -2019- La Imprenta digital (Bs. As)

Rincones y Acuarelas II (Narrativa)- 2019- La Imprenta digital (Bs. As.)

Los encontrarás:
En Rafaela (Santa Fe): en Librerías "EL SABER", "PAIDEIA" y "FABER".
En San Francisco (Córdoba): en Librería "COLLINO"
y en otras librerías del país.

jueves, 12 de marzo de 2020

"La catástrofe" (De la autora)

     El pueblo debía prepararse. Hace muchos años atrás, un hechicero que habitaba allí predijo que una catástrofe acecharía a sus pobladores. Esa ominosa profecía fue pasando de generación en generación como algo que ocurriría en el  futuro. Algunos tomaron conciencia que esto podría afectarlos gravemente y estaban organizándose como podían. Las historias eran variadas y no pocas muy curiosas. El vecino más rico venía comprando provisiones y armas de toda clase y las almacenaba en un sótano. Una guerra podría ser de lo que hablaba el profeta. Tendría con qué defenderse y cómo alimentarse por un largo tiempo.  El boticario preparaba y guardaba remedios, pociones y ungüentos contra toda enfermedad conocida y las colocaba en un armario que tenía destinado sólo para ese fin, cerrado con una llave con la que únicamente él podría abrir.  Su salud y la de su familia eran lo más importante y había historias de epidemias que habían arrasado con generaciones. A él no lo tomaría por sorpresa.  El dueño de la tienda más grande de la Villa fue acumulando mantas y ropa para olas de frío o de calor ya que el clima, según había escuchado, estaba haciendo estragos en distintas partes del mundo. Por la misma causa, el herrero fabricó novedosas herramientas para remover nieve, quitar árboles caídos o escombros ante posibles tormentas o terremotos que destruyeran el poblado. El habilidoso carpintero había inventado un sistema de puertas y ventanas herméticas que ya tenía instaladas y protegían contra vientos, inundaciones, fuego o cualquier tempestad que se avecinara, porque el problema era que no sabían cómo, cuándo ni de dónde llegaría la catástrofe, sólo una frase los orientaba, “quedarán solos y aislados”, había dicho el cuestionado vidente. Muchos decían que era un farsante, otros pensaban que era un visionario. Y aunque ya había muerto, de una forma u otra, todos creían en la antigua predicción, pero sólo algunos lo reconocían. Cada uno interpretó a su manera la fatídica frase que se convirtió en una amenaza latente para los habitantes. La incertidumbre y la espera los agobiaba día a día, y todo parecía una continua competencia para ver quién estaba mejor armado, mejor preparado, mejor protegido. Y así, todos iban encontrando una posible solución a un problema desconocido, lejano y todavía ausente. El miedo aumentó hasta el punto de no querer salir más de sus casas para no ser sorprendidos por el misterioso desastre, o no querer recibir a ningún visitante por temor a que trajera alguna peste. Y con el miedo vino también la desconfianza y el egoísmo, en un pueblo que antes era cordial y hospitalario. Con el tiempo y con la obsesión de los pobladores, los hábitos de la Villa comenzaron a cambiar. Ya nadie se veía en las calles. Los que salían lo hacían sólo para lo necesario. Ante este panorama, el más inteligente del pueblo vio la oportunidad de destacar sus habilidades. Comenzó a trabajar en una máquina que, según él, solucionaría todos los problemas sin que nadie se moviera de sus moradas. Consistía en un ingenioso sistema de tubos subterráneos que conectaban directamente a cada casa, a través de los cuales se podría conseguir lo que quisieran simplemente apretando un botón desde un dispositivo central y lo requerido les llegaba en poco tiempo. Así, todos lo vieron como la solución a sus miedos. Era lo que faltaba para que ninguna plaga, enfermedad o inclemencia del tiempo los sorprendiera fuera de sus casas. Los hábitos cambiaron aún más. Ya todo llegaba a través de los novedosos tubos. Todo se conseguía por medio del  revolucionario aparato. Ya tenían  lo que querían para enfrentar cualquier desastre: las armas,  las provisiones, los remedios, las herramientas y las puertas y ventanas bien cerradas. Y ahora, la máquina. El más inteligente no demoró en mejorar las funciones y servicios del artefacto. Desde su taller manejaba los pedidos, los transmitía, y en un tiempo muy breve cumplía con todas las demandas de los clientes, que enviaba a través de los conductos. Y se hizo muy rico. Ya nadie pensaba en la catástrofe. Los habitantes, despreocupados, siguieron con sus vidas sin necesidad de salir a ningún lado. Cuando se dieron cuenta ya era tarde. De nada sirvieron las provisiones del rico, los remedios del boticario, las mantas del dueño de la tienda, las herramientas del herrero ni las ventanas herméticas del carpintero.  Ya era demasiado tarde.  Y ahí estaban todos...solos y aislados. 
  

Beatriz Chiabrera de Marchisone
Publicado en "Sentate que te cuento"- Ed. De los cuatro vientos- Buenos Aires- 2009

1 comentario:

Sonrisa dijo...

👏👏👏👏❤