El lóbrego escenario
iba quedando atrás. Los primeros anuncios del día se filtraban entre los árboles, que durante
aquella noche habían desplegado largos brazos con manos gigantes y sacudido cabelleras
enmarañadas para aterrorizarme. El aire empezaba a hacerse respirable y la visión a
aclararse al levantarse la densa niebla perforada por ojos desorbitados que no habían dejado de
perseguirme durante esas largas horas en ese tenebroso lugar. El suelo fangoso que había
empastado mis pasos y me había enlodado al reptar a causa de reiteradas caídas durante la
huida, comenzaba a brillar con la incipiente luz del alba que hacía que luciera solo como un espejo
sucio al cual debía limpiar.
La claridad me hizo
parpadear y el ruido de una desvencijada ventana que se abría me sacó de ese lugar. La voz de
mamá me anunciaba, como cada mañana, que ya era hora de levantarme.
AUTORA: María Alejandra
Civalero Mautino. Clucellas (provincia de Santa Fe. Argentina).
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