Era una mañana de
otoño con mucho sol, casi sin darme cuenta me interné en el bosque, de puro curiosa
nomás. Todo me llamaba la atención, entre los árboles había una enredadera con
flores pequeñas de color celeste, caminé casi todo el día; para mí todo era novedoso;
en otro árbol encontré caracolas, de pronto advertí que ya anochecía y buqué
apresurar mis pasos, no era tan fácil como creía, no sé si había caminado
mucho, no sabía dónde estaba, en mi cabeza rondaban miles de ideas, de seguro
que hallaría una salida, me repetía a mi misma: serénate, mantente calma, así
podrás pensar mejor. Andrés que caminaba a mi lado callado, cauteloso, se
detenía ante cualquier ruido que escuchaba. Yo en cambio caminaba y caminaba,
si ya sé, tal vez estaba asustada, temerosa
por no encontrar la salida, y caminaba y caminaba. De pronto se oscureció todo
el lugar y más oscuro parecía por la sombra de los árboles. Ja, ja, si hasta
pensé por qué los habrán plantado uno tan cerca del otro pero bueno Ja, Ja nada
podía hacer así que seguí caminando. Veía a lo lejos, como una niebla queriendo
hacer más fantasmal el panorama. El suelo estaba blando, como húmedo, como si
hubiera llovido, no sé si tal vez el día anterior porque hoy desde que me
interné en este laberinto no ha llovido para nada y no lo voy a tildar de
laberinto de reconocerlo como tal ya tengo que darme por perdida y no, voy a
encontrar esa salida, los árboles están muy cerca y por eso esta oscuridad.
Tropecé con una piedra bastante grande porque, piedritas pequeñas había por
todas partes, al detenerme por el dolor en mí dedo mayor al chocar la piedra
advertí, que Andrés no estaba por ningún lado.
Lo llamé, varias veces sin obtener respuesta entonces grité Andréees,
Andreeess, Andréees y nada, ahí sí que
me desesperé estaba sola, sola y Andrés… qué le habrá pasado? y la
desesperación me hizo presa de ella. Miré para todas partes, todo estaba oscuro
y esa niebla en el horizonte, a qué se
debía y buscando el horizonte descubrí que el terreno dibujaba una pequeña loma
que no dejaba ver del otro lado, entonces me propuse caminar hasta el lugar,
tal vez me daría cuenta cómo llegar a la salida. Cuando me dispuse a caminar, qué digo caminar,
arranqué a la carrera y allí cerquita mío una laguna, era bastante grande y yo
no la había visto antes, otro escollo, me dije. ¿Y ahora cómo hago? Los
senderos de los costados estaban demasiado blandos, probé a dar un paso y no,
no, ni loca iba a caminar por allí, me hundía y ahí nomás se me cruzó por la cabeza
¿No será agua pantanosa? Oh,… sí me dije; debe ser un gran pantano. Me senté al
lado de un árbol, me recosté en su tallo
áspero, húmedo, miré hacia arriba, era alto, muy alto, aunque la copa no tenía
espesura en su follaje, claro me dije: estamos en otoño, ya perdió una buena
parte, y me puse a pensar en Andrés por donde habrá salido,… y por qué no vino
a buscarme… intenté llamarlo nuevamente y a mis pobres gritos, sólo le
respondía el eco. Andrés, Andrés, ven te necesito y lo repetía varias veces
como si fuera una oración. No sé cuánto tiempo transcurrió, cuando desperté, mi
mascota me acariciaba con su colita y Andrés me ofrecía una taza de café con
mediaslunas.
AUTORA: Leonor Ase de D´Aloisio - Pergamino (Buenos Aires- Argentina)
2 comentarios:
GRACIAS BEATRIZ POR LA PUBLICACIÓN DE MI TRABAJO, ME CIENTO MUY FELIZ DE PARTICIPAR EN TU PÁGINA
LEONOR
Hermoso Leonor esta muy bueno Felicitaciones !!
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