Sólo sabía que mis dedos acariciaban la suave arena que sostenía mi frágil y endeble cuerpo; el resto era vacío. Mis ojos estaban sellados como si no quisieran ver más ningún color, resplandor o brillo de los alrededores. De hecho, sabía que en las afueras de mi armadura se encontraba un Sol inmenso y abrasador, pero no quería verlo. Una línea casi transparente llegaba hasta mis pies, los saludaba y volvía a retirarse, al compás de un viento suave y murmurante. Sólo se escuchaban las voces del mar, el soplo del viento y mi mente; el resto era vacío.
En esos instantes, un destello singular atravesó mi párpado; intentaba forzar la cerradura, pero era en vano. Mis ojos negaban despertar, aun más allá de todas las luces brillantes que pudieran existir fuera de mí.
El rayo luminoso seguía insistiendo, y yo me debatía entre seguir dentro de mi respiración o exhalar, entre seguir dentro de mis latidos o invadir de música el ambiente. Finalmente, decidí descubrir de dónde provenía aquél potente brillo arrollador.
Abrí mis ventanas de par en par y allí, en ese momento, pude ver el saliente de una pequeña botella de vidrio, descansando cómodamente en aquella inmensidad de arena; traté de erguir mi cuerpo extrayendo energías de lugares insospechados hasta que, finalmente, me incorporé a la situación, desorientada e inmóvil. Descubrí que la playa era más hermosa de cómo la recordaba y, lentamente, me fui acercando a mi objetivo, una pequeña botella misteriosa aparecida ante mí desde las profundidades de la vida.
Tomé coraje, extendí mi brazo y tomé, tambaleante, el objeto tan preciado; dentro, se encontraba un pequeño mensaje enrollado. Lentamente, quité el tapón del cuello de la botella, vacié el contenido y desplegué el papel para leer lo que había escrito. Mi respiración se encontraba un tanto agitada, mi piel sudorosa y mi corazón latía con estrépito; una vez me encontré frente al pergamino, mi sorpresa se paralizó. El papel empezaba con la siguiente frase: “sólo sabía que mis dedos acariciaban la suave arena que sostenía mi frágil y endeble cuerpo, el resto era vacío”.
AUTORA: Florencia Strajilevich Knoll
Puerto Madryn - (Chubut - Argentina)
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