Papeles viejos,
abrochados, historias que guardé en el silencio de tantas horas; sólo tengo que
tomar las llaves, no sé si me atrevo… tal vez me encuentre con algún secreto,
algo que mi memoria quiso borrar… pero que sigue intacto en la tinta; tengo que
descubrirlo, pero desde qué momento, qué circunstancia; por qué se nubla la
mirada y el paisaje; sólo veo a una niña temblorosa, con los ojos húmedos… no,
no quiero entrar en ese universo de letras que guardan los papeles, resecos,
casi quebrados, por tantos lustros. La niña sigue allí, impávida. En ese
escenario, y los que vendrían, Dios se había distraído, y con Él, borrado la
magia de los sueños. Neblina que intenta dispersarse entre idas y venidas…
suficiente para que vea el rostro de mi padre… embelesado, enamorado,
apasionado, junto al de una mujer que no pude divisar… apenas, sus manos
acariciantes. Fue en ese tiempo y espacio que me enojé con la vida; había
guardado mis juguetes en un arcón, para no verlos más, para qué, si estaban
vacíos, huecos; el amor se había ido de viaje, quien sabe a qué galaxia. Y las
golosinas, la sorpresa de todas las tardes al salir de la escuela, habían
perdido los sabores. Al pasar de algunos meses llegó el abandono; pero sólo yo
lo entendía, los demás se interrogaban. Por muchos años olvidé la primavera,
los inviernos, cada vez más crudos. Recuerdo las tardes lluviosas… desde una
ventanita de mi habitación, en la humedad de sus vidrios, dibujaba con mis dedos,
lo entrañable; luego me acurrucaba en los brazos de mi madre, y en la expresión
esperanzada que sólo a ella contenía. La llave sigue allí, como adormecida
sobre resquebrajados papeles; tal vez algún día alguien la despierte, alguien
que quiera conocer mi historia y mi secreto… vaya a saber qué generación…
AUTORA: Olga Nora Mansilla- Rosario
(Santa Fe- Argentina)
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