Recorro
la casa vieja, el patio de luz y dormitorios, me adelanté a otros herederos,
para ver qué consigo de valor antes del reparto legal, en fin, era el nieto
regalón de la Tía Amada.
Tía Amada cómo olvidar la falsa alarma
llamando en la madrugada porque hurgando en los papeles encontrabas mi número
de teléfono, perdón solo querías escuchar mi voz y conversar porque te sentías
sola, pero ¿quién responde de buena gana a esas horas? una y otra vez digitabas
hasta que me obligabas a desconectar el teléfono, fueron varias noches hasta
que volvías a perder mi número, mi nombre, y tu memoria. El trato fue una
llamada semanal después de almuerzo, una caja de víveres y la verdura, visitas breves.
En los cuartos mucho mueble antiguo arrumado, nada de interés, nada que llame
mi atención, ah la jaula enmohecida y aun el esqueleto de tu canario
dentro. En su dormitorio el mismo
desorden, libros sucios, un legajo de hojas sueltas, amarillas por el tiempo y
una llave antigua en la mesita de noche, me las llevé como un recuerdo.
Cerré la puerta y esperé hasta que mis
hermanas me llamaron era el día indicado y fuimos los tres arrastrando y
apilando en la puerta un montón de roperos y armarios y todo lo en desuso,
ollas y cacerolas, sillas, tazas, todo lo que encontramos que no servía , por
si alguien lo necesitaba o se iba al basural junto a los vestidos antiguos,
había que limpiar la casa y ponerla en arriendo o venderla para generar dinero,
fue doloroso ver esa escena .
En lo que fue el living tres montoncitos,
eran lo que podía servirnos, lo rescatable, para ser considerado antiguo y de
valor en nuestros propios hogares.
Ya tarde, la casa algo limpia y ventilada
lucia vacía, despojada de todo aquello que tía Amada valoró, hay que seguir
buscando dijo María la vieja era tacaña y plata debe haber juntado, Jacinta
también opinada dejamos los colchones para el final ahí debe haber escondido el
dinero dice.
Ya en cama me costó quedarme dormido, apoyé
la cabeza en la almohada y el rostro de Tía Amada estaba frente a mí una y otra
vez, miedo, vergüenza sentimientos de culpa, y sin querer mentalmente quise
pedirle perdón por lo que estábamos haciendo, si claramente la ambición nos
cegó. Esas palabras resuenan en mi pecho, tengo un beso muerto que no te pude
dar, tengo las lágrimas contenidas y ahora las derramo “ Mariquita ”, dijeron
mis severas hermanas cuando en la funeraria velaban tu cuerpo y lloré.
No
pude mirarme en tus ojos perdidos y entrar en tu mundo mágico y lejano, cierto
que nos conectábamos leyendo poemas de amor a ese hombre que hizo latir tu
corazón, hace ya tantos años, un amor sin olvido, esto no lo contaba a mis
hermanas, ellas se reían, eso era de personas tontas. Y entre vueltas y vueltas y ya sin sueños me
levanté a buscar esa extraña llave y los papeles amarillos para buscar ese
poema de amor que me hacías leerte y encontré entre ellas billetes estirados
que se confundían entre los papeles y una hoja escrita para mí “Joaquín esta es
la llave de la cajonera blanca que está en mi dormitorio, en una cajita hay
dinero que es para ti, gracias por tu
compañía” Amada.
Me vestí rápidamente y manejé hasta la vieja
casa en la entrada ya no estaba el mueble blanco y sin embargó me pilló la
mañana tratando de que la llave entrara en cada mueble que aún permanecía
apilado, ahí se fue la esperanza de la herencia que dejaste, cayeron de nuevo
lágrimas de rabia, luego de soledad por la rutina de ir a verte una vez a la
semana, de escuchar tu voz y deseé escucharte, abrazarte y decirte adiós. Que
sigan buscando mis hermanas el dinero que nunca encontrarán, yo te pido perdón
por la ambición de los tres y seré sin duda el único que no halle el olvido
infinito.
AUTORA: Hilda Olivares Michea
Chañaral (Chile)
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