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LIBROS PUBLICADOS POR LA AUTORA
(poesía y narrativa)
"DE LOS HIJOS" (2014)- Ediciones Mis Escritos (Bs. As.)

Rincones y Acuarelas I (Poesía) -2019- La Imprenta digital (Bs. As)

Rincones y Acuarelas II (Narrativa)- 2019- La Imprenta digital (Bs. As.)

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miércoles, 6 de mayo de 2020

"Tintas de amor" (por Emilio Itatí Rodríguez) TALLER VIRTUAL 3


Escuchó el sonido de unos cascos que se detenían frente a su casa. Su ser entero se estremeció, su corazón comenzó a latir con desenfreno.

De pronto alguien golpeó la puerta vigorosamente. Sintió como que estos golpes se lo daban directamente en el alma. Gervacia, su nana, acudió presurosa al llamado. Al abrir la puerta se encontró con un extraño hombre alto de tez trigueña, que la saludó amablemente y sin decir más le entregó un paquete para su señora, marchándose rápidamente sin esperar retribución alguna.

 Gervacia  jamás olvidaría aquellos ojos que fulguraban como brazas y la expresión extraña de su rostro.

-¿Quién era?- preguntó doña María, con vos angustiada mientras recordaba que este momento lo había imaginado miles de veces.    .

 -Un mensajero señora, trajo un paquete para usted- alegó Gervacia.

-¡Alcánzamelo entonces!- solicitó con aflicción.  

Su nana se dirigió, con su andar añoso, hacia  el patio de invierno en donde se encontraba su señora, fue arrastrando los pies como si no quisiera llegar nunca a destino.  

-Aquí lo tiene doña María, alcanzándole el pequeño atado, ¿le traigo algo más?- moduló  con vos doliente, pudiendo apenas articular aquellas palabras.

-No gracias, puedes irte.-

-  Bien señora- dijo la negra y se dirigió a la cocina  conteniendo su llanto.

María  desarmó el insólito envoltorio, con atenuado nerviosismo. Sus ojos se llenaron de lágrimas, sus finas manos acariciaron aquellos sobres amarillentos. Ella le había escrito a su marido, que aún a pesar del tiempo, contenía todo el fuego de su alma. Los mismos estuvieron perdidos en Londres y hoy regresaban a ella sin que su destinatario pudiera jamás leerlas. 

 Entre los sobres que ella había enviado se desprendió  otro que terminó entre sus pequeños pies.  Al instante reconoció  la caligrafía,  sintió que su corazón no lo resistiría, y estuvo a punto de desmayarse, alcanzó solito un grito  llamando a su nana que acudió con premura.

-¡Doña María! que sucede, señora ¡oh mi Dios, Jesús santo que le sucede!-

Los gritos de Gervacia sosteniendo a su señora entre sus brazos alborotó a toda la casa, otro criado salió en busca del médico que concurrió de inmediato.

Ella apenas convaleciente posó sus ojos en aquella carta  escrita por su marido, la  examinó, prudentemente y por último  la leyó.

                           1 de marzo de 1811

Adorada Mariquita:

                                    Ni el mar y su inmensidad azul o mi quebrantada salud me pueden alejar de ti, querida esposa.

                                    Mis manos temblorosas, debido a mi desmejorada salud, garabatean estas exiguas líneas, que espero comprendas como siempre lo hiciste.

                                     Quiero que sepas que mi amor por ti se encuentra intacto, que jamás ha sido el deseo de mi corazón provocar esta separación, ni la herida que esta  causa.

                                       Con mi alejamiento o exilio político, como lo llaman ellos, he puesto distancia entre mis enemigos y yo, que me han hostigado por mis ideas radicales.

                                        Pero no quiero desperdiciar mis últimas energías hablando de política, más bien pretendo decirte todo el bien que le has hecho a mi vida.

                                        Sé que estas palabras también te causarán dolor y provocarán tu llanto, ya que no estaré más contigo, este viaje será el último de mi vida y el mar será el dueño de mis huesos.

                                         Pero quiero que por esta carta sepas que los latidos de mi corazón que se apagan lentamente, están repletos de gozo por haber tenido tu amor, y esa es la fuerza que impulsa mi débil mano a plasmar este adiós.

                                         Sé que no te dejé una gran fortuna, solo este inmenso amor que ahora en esta ultima hora te profeso, pero te encargo un último pedido, cuida a nuestro hijo Marianito, enséñale las buenas costumbres para que sea todo un caballero, y por las noches deposita este beso que te dejo, en su frente, de mi parte.

                                            La luz de mis ojos languidece. Creo que ha llegado el momento, no temo a la muerte pero lo que lamento es no tenerte cerca para despedirme amor mío.

            Con todo Mi Amor. Tu querido Moreno.


     Las lágrimas nuevamente aparecieron, acompañaron estas últimas líneas, algunas encontraron su fin sobre la tinta.  Ella la apretó contra su pecho y repitió en vos baja ¡mi Moreno, mi Moreno!      

    

.  AUTOR: Emilio Itatí Rodríguez- 

Resistencia (Chaco- Argentina)

TALLER VIRTUAL 3

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