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LIBROS PUBLICADOS POR LA AUTORA
(poesía y narrativa)
"DE LOS HIJOS" (2014)- Ediciones Mis Escritos (Bs. As.)

Rincones y Acuarelas I (Poesía) -2019- La Imprenta digital (Bs. As)

Rincones y Acuarelas II (Narrativa)- 2019- La Imprenta digital (Bs. As.)

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jueves, 14 de mayo de 2020

"En la eternidad" (por Nilda Fux) TALLER VIRTUAL 3



     Algo, una fuerza extraña me llevó hasta allí. Hacía muchos años que no visitaba la antigua casa de la abuela. El perderla, hacía ya más de una década, fue un golpe muy duro y, desde entonces, no me había atrevido a atravesar el umbral del acogedor lugar.
Al ingresar me invadió la pena. Fue algo terriblemente desolador. Nada de lo que conocía era como la recordaba. Todo allí se veía diferente. La sala, otrora color verde oscuro, hoy solo se desplegaba cual húmeda y resquebrajada fotografía de la decadencia. Algunos apolillados muebles aún permanecían allí, desafiando el inexorable calendario. Tanto tiempo sin ser habitada hicieron de ese hogar una tapera inhabitable. Solo ruinas subsistían.
Al final de aquella habitación podía observarse, dejando pasar a través de ella el sol otoñal, en dudoso estado de conservación, la enorme mampara que conducía al patio. Sus enormes vidrios, de variados colores, sorprendentemente, permanecían intactos. Sin dudarlo un instante me dirigí a su encuentro con paso firme y abrí aquella enmohecida puerta. Frente de mí, acusando el olvido, apareció el indisciplinado follaje de variadas plantas, únicos habitantes vivientes, testigos de mi niñez junto a la anciana.
Internarme en aquel patio me pareció una aventura dantesca, un retorno a mi niñez. Por un instante unos tropeles de recuerdos se apoderaron de mí. Todo era nostalgia. Los olores a malvones florecidos, horas en la improvisada hamaca construida con sogas y madera de cajón de manzanas, las meriendas con pan y dulce de zapallo, hecho con el amor de las agiles manos arrugadas por el trascurso de la vida. Era raro estar allí.
Solo el crujir de las hojas desarmándose debajo de mis pies, me regresaron al momento real, fuera de eso, todo era mágico.
Sin pensarlo, alucinando el pasado en el presente, llegué hasta el galponcito del fondo. En absoluto lo frecuentaba en mi infancia. Su ubicación tan alejada, su construcción tan precaria, y el miedo a lo que escondía, hicieron que me mantenga a distancia prudente el él. Pero ya estaba en el lugar. Empujé levemente la puerta y ésta, sin oponer resistencia se abrió. Un paso y ya estaba dentro.
¿Qué me había llevado a este lugar? Algo mágico moraba en el aire. Un extraño perfume a colonia Ambré inundó todo el espacio. Aquel aroma solo podía asociarlo a la antigua residente del sitio. No podía verla, pero, sí, ella estaba en aquel ruinoso depósito. Todo mi cuerpo se estremeció al percibirlo, pero una confortable sensación de paz anegó el espacio. Quizás mis ojos no conseguían divisarla, pero mi alma sí y eso transformaba ese instante en una maravillosa alucinación a la que no pensaba dimitir.
Esa energía envolvió mi cuerpo y me convirtió en desquiciado autómata. Caminé hacia un polvoriento estante, estiré mi brazo desconociendo qué buscaba. Un infrecuente gozo se apoderó de mí al ver en mi mano una derruida llavecilla. Volteé y al otro lado de la abandonada construcción, como un secreto gritado en plena calle, podía observarse, a la espera de ser abierto, un cofre.
Fue solo responder a un impulso y de un solo giro destrabar el acceso de aquel compartimiento, custodio de escondidos tesoros. No más preámbulos en la acción y sin demora acceder al contenido del recipiente.
Mi corazón, en ese momento, latía con tanta potencia que ni cien vientos huracanados lograrían compararse a su fuerza. ¿Era yo viviendo ese momento o aquella poderosa energía me poseía? No lograba entender qué sucedía, pero el frenesí dislocante de ese instante era embriagador.
Ahí, como relato inconfesado se encontraban varias hojas de un papel amarillento. Temblorosa tomé una entre mis manos al instante en que mis ojos se colmaban de lágrimas. Jamás podré relatar cuál era el contenido de ese hallazgo puesto que, en ese momento, el ente que me poseía nubló mi vista a la vez que apretujó en mi pecho aquel retazo de memoria.
Cuando mi visión se desveló, el cofre ya no estaba, tampoco la llave y solo había en aquel mugroso sitio un repugnante olor a humedad.
Algo, una fuerza extraña me llevó hasta allí y ahora comprendo que ha sido…
Hay secretos que pertenecen a la eternidad.

AUTORA: Nilda Fux
Rafaela (Santa Fe- Argentina)

TALLER VIRTUAL 3

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