Lo despertó un ruido
infrecuente.
Un zumbido de baja intensidad.
Uniforme, continuo, inquietante.
Encendió la lámpara. Su luz
iluminó la primera de las sorpresas.
¡La puerta del ropero estaba
abierta!
Tenía la certeza de haberla
cerrado. Era un hábito que lo acompañaba desde siempre. Cada noche guardaba la
ropa que no usaría en la mañana siguiente, cerraba y daba una vuelta de llave.
Se había preguntado por qué lo
hacía, sin encontrar una respuesta; pero si de algo estaba seguro era de que lo
seguía haciendo.
Lo esperaba otra sorpresa: El
ruido que lo despertó provenía del interior del ropero. Luego de un momento de
duda, fue hacia él.
A medida que se acercaba, el
sonido era más intenso.
Lo que vio colmó sus asombros.
Estaba totalmente vacío, despojado.
No había nada.
No encontró ni el pantalón que,
solo unas horas antes, había acomodado en una de las perchas metálicas que
había comprado en su último viaje a Suecia.
Al irrumpir en su interior,
descubrió un hueco.
Confundido, insensato, no tuvo
que hacer ningún esfuerzo para atravesarlo.
Pasaron dos años.
Aguardamos que regrese. Queremos
saber que pasó.
AUTOR: Mario Katz
Buenos Aires (Argentina)
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