"La llave salvadora" (por Clara Gonorowsky) TALLER VIRTUAL 3

Había que escapar de ese infierno, la llavecita dorada y los pergaminos envejecidos poseían la clave. Estaban guardados en una vitrina pero nadie podía acceder a ella ya que el habitáculo estaba electrificado.

Ellos eran la puerta de salida de esta situación de caos pero su custodio se regodeaba con la posesión, le gustaba día a día contabilizar los enfermos y muertos, cifras que anotaba minuciosamente en el papiro superior, en los de abajo estaban las instrucciones para usar la misteriosa llave, para encerrar herméticamente al dios del Caos, para volver al mundo a su normal equilibrio.

Desde un gran ventanal el tirano observaba la escena mientras en un planisferio marcaba los lugares invadidos, los miraba y festejaba los logros, a su derecha refulgía la llave tan brillante como el poder que él quería ostentar, tan enigmática como los secretos que había amasado para dominar a todos, para adueñarse de la humanidad, para elegir quiénes deseaba que sobrevivieran y quiénes debían morir. De hecho, los privilegiados eran los niños, a ellos los podría someter más fácilmente; por ahora, la tarea era obnubilar sus mentes, aislarlos, mantenerlos hipnotizados frente a los dispositivos móviles, jugando a juegos de violencia y muerte que él mismo había diseñado, desterrar para siempre las muestras de cariño, borrar definitivamente del vocabulario de los hombres las palabras afectos, amor, amistad, libertad. Obediencia y esclavitud, los patrones del nuevo orden.

Giró la cabeza, la volvió a observar, ¡una diminuta y simple llave! Una carcajada estridente sacudió su vientre mientras observaba cómo el planisferio poco a poco se teñía de manchas rojas.

“La peste avanza más veloz de lo que me hubiera imaginado”, — se dijo— y su barriga volvió a temblar al ritmo de sus risotadas.

Y el hombre clamaba piedad, se sentía impotente, pedía explicaciones, buscaba culpables, intentaba redimir sus culpas, enterraba sus muertos, maldecía el año bisiesto y sucumbía.

En la vitrina, la llave seguía refulgiendo y frente a ella, el déspota seguía gozando su posesión.

Autora: Clara Gonorowsky- Mendiolaza 

(Córdoba- Argentina)

TALLER VIRTUAL 3